WEIMAR.- Fotografía de archivo del 10 de abril de 2005 del autor español Jorge Semprun ofreciendo un discurso, durante la ceremonia de conmemoración de la liberación del campo de concentración de Buchenwald en Alemania del estehace 60 años por el Ejército estadounidense en Weimar (Alemania). EFE/Jan-Peter Kasper
MADRID, 8 jun (EFE).- Jorge Semprún, además de ser tres años ministro de Cultura en España, pasó 20 años comprometido con su tiempo desde el marxismo, una parte de ellos como militante del Partido Comunista de España (PCE) y otra como un intelectual heterodoxo buscador incansable de nuevas vías para el socialismo.
El compromiso político de Semprún comienza antes de cumplir los 20 años con su ingreso en el PCE, su participación en la resistencia francesa y su posterior estancia en el campo de concentración de Buchenwald (Alemania).
Semprún compagina su militancia y los riesgos que acarrea sus frecuentes pases clandestinos a España para reorganizar el PCE, con la elaboración teórica, la literatura y un estrecho contacto con intelectuales y artistas que se mueven por el París de posguerra.
Su contacto con la revista "Les Temps Modernes", y con el Sartre izquierdista pero distante de Moscú sería determinante.
Jorge Semprún Maura, - el militante comunista Federico Sánchez-, estuvo en el torbellino político de su tiempo y llevo una militancia aventurera y peligrosa con sus continuas entradas clandestinas en la España franquista para reorganizar el PCE. Era la época de todo por el partido.
Como el mismo Semprún llegó a reconocer, formó parte de una generación combativa, valiente y generosa pero que en un momento determinado perdió el sentido crítico. Hasta 1964, año en el que todo cambió.
La ruptura con el PCE se gesta, en realidad, mucho antes y el factor determinante es el XX Congreso del PCUS en 1956, tres años después de la muerte de Stalin, en el que el proceso de "desestalinización" se reduce a un ajuste de cuentas interno.
A finales de 1963 comienza en el Comité Ejecutivo del PCE una discusión sobre el centralismo democrático, y en el calor del debate Fernando Claudín y Federico Sánchez exponen con claridad sus divergencias. La discusión acaba con la expulsión de los dos, primero del Comité Ejecutivo y luego del partido.
A partir de este momento, Semprún se centra en aportar una vía política que rompa con el aparato estalinista pero también que se distancia de lo que en su tiempo consideraba el reformismo, representado, fundamentalmente por la socialdemocracia europea. Era también una manera de poner en orden sus propios pensamientos.
Entre sus artículos en la editorial parisina Ruedo Ibérico, - fundada por exiliados españoles-, destaca "Notas sobre izquierdismo y reformismo" texto en el que afirma tajantemente que "izquierdismo y reformismo se refieren a dos posibles desviaciones de un recto camino: el del marxismo revolucionario".
En el prefacio que hace a "La crisis del movimiento comunista", de Fernando Claudín, Semprún insiste en esa tercera vía desmarcándose nítidamente de las tesis de Trotsky al que acusa de "flotar en los limbos de la abstracción y el irrealismo".
Para Semprún, con la visión de los trotskistas hacia el estalinismo "se confirma que no sólo la Iglesia es ortodoxa, sino que también pueden ser ortodoxas las sectas y las capillas".
Y es en ese tiempo cuando empieza a hacer guiones cinematográficos, siempre con gente con los que simpatizaba ideologicamente, izquierdistas lejanos del comunismo "oficial": Pierre Schoendoerffer, Alain Resnais, Costa-Gavras, Joseph Losey, Artur London, Yves Montand...
La vía de Semprún en esos tiempos, al igual que el de su círculo de París, empezaba por reconocer que el marxismo no era un dogma, sino que fue Stalin quien lo transformó en dogma.
Las nuevas búsquedas de vías para el socialismo -escribía London- no son otra cosa más que el procedimiento de los clásicos del marxismo, Marx y Engels.
Es paradigmático su guión de "La guerra ha terminado" de Resnais en 1966: Diego Mora (Ives Montand) es un veterano militante comunista que vive a caballo de España y Francia, cruzando la frontera y desplazándose con frecuencia a Madrid para coordinar la organización clandestina del PCE en la España franquista. Todos los esfuerzos parecen, en el fondo, inútiles, y cunde en desánimo. Semprún en persona.
Con el paso de los años Semprún evolucionó, aparcó la búsqueda de vía entre izquierdismo y reformismo, y sus posiciones y compromisos políticos fueron muy distantes de aquellos en la que se distinguió y fue luz para muchos intelectuales y universitarios. Pero su huella como pensador, intelectual y militante comprometido, aunque viniese del frío, perdurará. EFE
Fernando Ruiz
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