29 octubre, 2008

VOLTAIRE....



Voltaire sufriò persecuciones por sus ideas liberales que se acabò. Su pensamiento es puramente racionalista; tiene gran fe en el triundo de la razòn. En religiòn, -segùn algunos- fue deìsta pero en la pràctica fue un perfecto ateo. En polìtica vislumbrò la monarquìa constitucional que vino a imponerse despuès sobre la absoluta.

Como no era posible vencer a instituciones arcaicas que carecían de sentido comùn y de razòn y les sobraba despotismo, a la fuerza opuso la sonrisa sarcàstica; al dogma....la ironìa; a la ingnorancia....la verdad y a despotismo...el desprecio. Se ve acosado por dos fuerzas internas que le zarandean de un lado para otro: por un lado es optimista y lucha contra el mal, el oscurantismo...los prejuicios y contra la abundante paja fraseològica de la historia que oculta la verdad. Por otro, desespera ante la estupidez humana. Tanto Voltaire como Rousseau luchan contra el "iluminismo" disfrazado de materialismo y rechazan todo lo superficial, su objetivo es buscar ideas claras....

Voltaire entiende, contra Roussseau, que el hombre antes de ser bueno es entupido, y que dicha estupidez acarrea muchos males, y la ilustraciòn y cultura podràn barrer con la ignorancia y estupidez....La historia manifiesta la constancia del mal en la Tierra. El maniqueìsmo del que es portador no es el maniqueísmo tradicional, no es el de ser el hombre espectador desinteresado en el cosmos, sino en su lucha con la "sinrazòn humana" para desvanecer las sombras y la ignorancia.

En el secreto fondo de Voltaire aletea la ilusiòn de una lucha universal entre el fanatismo de la verdad y el fanatismo de la mentira, entre la razòn reveladora de la luz y la razòn justificadora de las tinieblas. No obstante la calidad de sus pensamientos, no hay en Voltaire un sistema filosófico, sino actitudes o posturas donde sus ideas quedan centradas. Esto no es impedimento para ver en Voltaire un contribuyente al trabajo filosòfico de la època.

El ideal màximo de Voltaire fue proponerse a destruir la religiòn catòlica, pues decìa: ..."Me fastidia oir una y otra vez que doce hombres fueron suficientes para propagar el Cristianismo; yo demostrarè que un solo hombre basta para destruirlo"...En sus cartas, cuantas se referìa a la Iglesia, decìa: "La infame". Lo cual no es de extrañar porque en un ambiente tan saturado de incredulidad no podìa esperarse otra cosa de Voltaire, cìnico, a quien nunca le preocupò la conciencia, si es que la tuviera...Tratò de halagar a la sociedad que le rodeaba, descreída como èl, y con su estilo elegante, càustico y de agudo ingenio, hacìa gala de su ateìsmo y se mofaba de la religiòn.

Su popularidad se debiò màs a eso, a haber caído como pez en su agua, es decir, al ambiente màs que a una labor filosófica constructiva...Su labor fue negativa, ya que su chispeante ingenio lo aplicò a zurcir ingeniosos aforismos contra la moral, la religiòn y contra todo lo sobrenatural, volcando sus odios en especial contra la Iglesia y la Compañìa de Jesùs, que se enfrentò a sus osadìas y sandeces.

En resumen, la moderna incredulidad, la apostasía, el indiferentismo religioso, moral perniquebrada, la subversión a toda autoridad, la tendencia al automatismo y hedonismo, la aversión a todo lo sobrenatural, arrancan de la filosofía del "siglo de las luces", del siglo XVIII oasadas al XIX, y cuyas consecuencias hoy sufrimos y palpamos, pues su luz no alcanza a la nariz y nos deja a oscuras en los misterios que encierra el mundo, el hombre y Dios.



25 octubre, 2008

"LA FILOSOFIA ES LA DISCIPLINA POR EXCELENCIA DE LA CRISIS.....

Alejandro Arvelo
CONCEPTO
Ibeth Guzmán - 10/25/2008

ALEJANDRO ARVELO CONSIDERA QUE VIVIMOS UNA ÉPOCA DE RENACER FILOSÓFICO

Alejandro Arvelo, además de su labor intelectual, es director general de la Feria Internacional del Libro.
SANTO DOMINGO.-
Alejandro Arvelo está considerado como uno de los principales expositores de la filosofía en el país. Posee una licenciatura en Filosofía y otra en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), así como un postgrado de la Universidad Complutense de Madrid. En esta entrevista nos acercamos a su pensamiento y su visión del presente.

¿Cómo evalúa la situación que está atravesando la filosofía en estos momentos?Alejandro Arvelo. En la actualidad, diríase que vivimos una época de florecimiento del quehacer filosófico, así en el plano nacional como en el internacional. Los asuntos, las publicaciones, las escuelas, los grupos de discusión y los filósofos del presente son mayores en número y mejores desde el punto de vista cualitativo que en épocas pasadas.

En lo que respecta al quehacer filosófico dominicano, con la generación ochenta y las sucesivas promociones de los noventa y principios de la presente centuria, se ha alcanzado tal nivel de depuración, rigor y riqueza que este momento, visto en su conjunto, difícilmente encuentra otro que lo supere o lo equipare en el pasado.

Desde siempre tuvimos grandes filósofos y pensadores, sin lugar a dudas, pero nunca en semejante proporción. Buen ejemplo de ello lo ofrecen los casos, en época reciente, de Lusitania Martínez, Luis Brea, Mario Bonetti, Rosa Elena Pérez, Jacinto Gimbernard, Federico Henríquez Gratereaux, Manuel Núñez, José Ulises Rutinel Domínguez, León David, Jesús Tellerías, Miguel Pimentel y Nolberto Soto.

A esta hornada habría agregar, moviéndonos siempre en los linderos del siglo veinte y sin pretensiones de ser exhaustivos, los nombres de Pablo Iñiguez, John Saunders, Angeolo Sánchez-Bethancourt, Armando Cordero, Carlos Benavides (E. C. Alben), Antonio Fernández Spencer, Pedro Troncoso Sánchez, Fabio Mota, Andrés Avelino, Fabio Mota, Osvaldo García de la Concha y Juan Francisco Sánchez.

Ahora bien, su pregunta, Guzmán, deja sugerida una cierta connotación de crisis o encrucijada de tipo genérico. En efecto, Usted no se refiere a la República Dominicana sino a la situación del pensamiento filosófico en sentido general. Le diré, para empezar, que la Filosofía es la disciplina por excelencia de las crisis.

Diríase que casi siempre encuentra sus mejores alientos en los momentos en que se tambalean los cimientos de un orden social o de un paradigma antropológico. En ese sentido, la época actual constituye un estímulo de primer orden para reflexión filosófica.
Basta con volver la vista en torno para advertir que muchos de los ejes que constituyeron el horizonte vital de la humanidad de hace cincuenta años, y aun veinticinco, hoy se hayan en franco proceso de cuestionamiento. Campea el descreimiento, pulula la falta de fe. No parece haber reglas fijas ni signos que orienten, con la serena inexorabilidad de la estrella de Belén, el porvenir de la especie. Ningún sistema se nos aparece eterno ni de perfecciones colmado, ni libre de cataclismos.

Vivimos, pues, una época propicia a esta forma de conocer la realidad. La Filosofía se alimenta de las crisis, en el sentido de que su papel es, en primer término, no asumir como dado o establecido de una vez y para siempre ningún principio, ningún estadio, ninguna situación, ninguna verdad.
De manera, pues, que cuanto mayor es el nivel de cuestionamiento, vale decir: de crisis de esquemas y horizontes, mayores son las posibilidades de que la Lechuza de Minerva alce el vuelo con la gracia y la gallardía que les son características. La transvaloración es el contexto apropiado al florecimiento del espíritu filosófico.

¿Puede decirse que en nuestro país tenemos alguna corriente filosófica que nos identifique?
Otra de las notas características de la Filosofía es su multilateralidad. No hay acuerdo en este área del saber humano, ni siquiera en cuanto a su definición ni a su método de apropiación de su objeto de estudio. El elemento unitivo en el quehacer filosófico proviene, antes bien, de su forma o estructura lógica. Vale decir, del conjunto de exigencias formales que les son propias, cual es el caso de su carácter general, crítico y conceptual.

El rigor es un requisito indispensable para filosofar. Pero no lo es menos la capacidad de asombro. Pero lo uno y lo otro devienen estériles si no están mediados por la apropiación de pasado filosófico, aunque ello no constituya más que material primario para quien decide dedicarse en plenitud a filosofar.

La Filosofía no está hecha. Es un saber en gerundio -como suele decir Don Federico Henríquez Gratereaux-. Por eso es siempre preferible hablar de quehacer filosófico, antes que de Filosofía, pues más que un ser, es un quehacer. Algo que cada quien tiene que hacer por su cuenta y riesgo.
Claro que si no se tiene dominio del pasado filosófico se pueden repetir errores, ser presa de falsos problemas o permanecer en patrones de enfoque que bien pudieran no ser los mejores. Dominio del pasado filosófico y de los recursos que la Lógica, e la Retórica, ponen a nuestro servicio, son elementos indispensables en el equipaje de todo aprendiz de filósofo.

Pero, aparte de ello, el quehacer filosófico no es más que un conglomerado de escuelas y puntos de vista. Cuenta Boshenski que, en los años cuarenta, participó en una reunión de filósofos, en Francia, entre los cuales no se alcanzó acuerdo alguno acerca de cuál sería la forma mejor de definir la Filosofía.

Hace aproximadamente dos décadas Urmson dio a la estampa un volumen en el que recoge el punto de vista de veintitrés filósofos contemporáneos que aceptaron dar su opinión acerca de qué cosa es la Filosofía. Ninguno estuvo de acuerdo, aun cuando se trata de una cuestión aparente elemental. Imagínese Usted, qué pasa cuando vacamos hacia asuntos tales como qué es el bien, el hombre, la justicia, la belleza o cuál es el porvenir que nos aguarda en cuanto humanos o como dominicanos. De modo, pues, que mal podría existir alguna tendencia filosófica característica del quehacer filosófico dominicano de los tiempos que corren.
Fuente: Listìn Diario



24 octubre, 2008

EL UTILITARISMO: LA LIBERTAD DEL ESTADO Y LA LIBERTAD DE LOS INDIVIDUOS...

Juan Stuart Mill

El hombre màs significativo en la vida intelectual del siglo 19 fue Juan Stuart Mill, predominan sus ideas hasta que aparecen las doctrinas de Spencer y Darwin, proporcionando a la filosofìa polìtica un fundamento biològico.

Concediò mucho importancia tanto a las emociones, como a la inteligencia, y se alejò algo de los principios rìgidos y estrechos del Utilitarismo, perdiendo la confianza en las reformas democràticas. Para Ventham y James Mill existe una correlaciòn o identidad entre todos los aspectos de la felicidad; los placeres de la vida difieren, solamente, en cualidad. Pero Juan Stuart Mill señala una gradaciòn de placeres, unos màs altos y otros màs bajos. Segùn èl, "vale màs ser un Sòcrates descontento, que un necio satisfecho". Mill se manifiesta opuesto a la idea egoista que concentra todos los esfuerzos del individuo, de una manera deliberada, a la conquista de su exclusiva felicidad; y dice que quien persigue directamente su bienestar propio, puede fracasar en tal empeño. Con mayor claridad que sus precursores, señala el caràcter social de la moralidad, y considera a la justicia y al altruismo como sus principales fundamentos. Mill, por consiguiente, insiste en la recomendaciòn de que cada individuo se preocupe de producir con sus actos el bienestar general. El fin del gobierno radica en el bienestar social, en la supremacia de la virtud y el imperio de la inteligencia descansa la prueba de su propio èxito.

Con respecto al problema de la naturaleza y mètodo de las ciencias sociales, se nota en Mill la influencia profunda de los positivistas franceses, especialmente de la filosofìa de la historia que sustenta Augusto Comte, y del interès que se desarrolla en torno de la apariciòn de una ciencia de la sociedad. No obstante, Mill se interesa màs por el individuo, y, en general menos por la sociedad que aquel escritor. Señala la complejidad de los fenòmenos sociales y los errores de razonamiento en que caen con frecuencia los polìticos.

Abogò, con todo entusiasmo, por la emancipacion de las mujeres y fuè el primero que llevò su causa al parlamento. Segùn Mill, si se dieran a las mujeres las mismas facilidades en la vida que a los hombres, se producirian resultados beneficiosos para su destino, porque sòlo la libertad puede engendrar la felicidad, y, tambièn, para la comunidad en general, porque la sociedad se enriquecerìa con obras que resultaran de la cooperaciòn de las mujeres.

Con respecto a las clases trabajadoras, Mill defiende la necesidad de su educaciòn y la posesión de un mayor grado de independencia. Posteriormente, admite las trade-unions y la cooperaciòn voluntaria entre el capital y el trabajo. Admite, igualmente, la propiedad privada, pero solicita determinadas reformas que mitiguen sus desigualdades, sobre todo las que se derivan de la propiedad de la tierra. Al mismo tiempo, Mill desconfìa de la intervenciòn de los gobiernos en las cuestiones econòmicas. Cree que el control del Estado debe reducirse a lìmites estrictos, y que solamente debe intervenir cuando lo exijan los intereses generales de la comunidad. En sus ùltimos años, sin embargo, la confianza en las reformas y en el mejoramiento económico le llevan a la concepción socialista fundada en "propiedad comùn de las primeras materias del globo y en la participaciòn idèntica de los individuos en los beneficios del trabajo.

Se opuso a la educaciòn del Estado por considerar que constituía "un medio para modelar a los hombres, en el mismo patrón, haciéndoles exactamente iguales los unos a los otros"....

A pesar de la estrechez y caràcter materialista de su ètica y del formalismo y abstracciòn de su concepciòn de la soberanìa y de la ley, que induce a los escritores posteriores a buscar la existencia de un soberano polìtico dentro del soberano legal de Austin, las teorias del Utilitarismo encierran una verdadera importancia tanto en el campo de la polìtica pràctica, como en el aspecto de la filosofìa polìtica. Bajo su influencia nacieron muchas de las reformas màs importantes del siglo 19. La sencillez y precisiòn de su nomenclatura polìtica y el interès que demuestra esta escuela por las realidades concretas de la vida pùblica, ofrecen un marcado contraste con las generalizaciones vagas de la filosofía de los derechos naturales y los conceptos metafìsicos de los idealistas..



20 octubre, 2008

EL POSITIVISMO.....

Augusto Comte desde temprana edad diò cuenta de su talento especulativo y pràctico. Su obsesiòn fuè la de construir una nueva sociedad teòrico-pràctica, polìtico-religiosa, pero que de religiosa no tenìa nada, ya que la sociedad positiva fundada por èl le nombrò Gran Sacerdote de la misma.

El positivismo surgiò del exceso del espiritualismo frances, por un lado, y del idealismo alemàn, por otro, viniendo a parar a los hechos, a los que se palpa, que es lo que positivamente determina la verdad, basado en la experiencia. Pero si bien es cierto que el espiritualismo exagerado y el idealismo alemàn perdieron contacto con la realidad, y por lo mismo con la verdad, el positivismo al exagerar su postura y rechazar todo lo abstracto y metàfìsico tambièn cometiò otro error, pues no toda verdad pasa por el filtro experimental.

Y es bueno advertir que el positivismo no es materialismo. El positivismo, aunque se alimenta del empirismo baconiano y tiene su entronque en la experiencia, no rechaza la religiòn. Religiòn a su manera, no religiòn sobrenatural, no puede serlo, pues va en contra de sus principios. Es una religiòn sui generis: sin dogmas, sin sacramentos, sin sacerdocio; una religiòn natural. algo asi como decir que que no acepta al hombre, pero admite su esqueleto. El positivismo niega toda religiòn positiva y sobrenatural, y siendo "positivismo", niega la religiòn positiva: paradòjico.

Por ùltimo, el positivismo manifiesta ser enemigo de todo sistema y cae en un naturalismo simplòn, reduce la filosofìa a ciencia. Para èl solamente tienen valor las ciencias naturales: la astronomìa, la fìsica, la biologìa, la historia natural (sobre todo Blanca Nieves y sus siete enanitos), la quìmica, y màs aùn, la quìmica culinaria..., una mesa bien surtida es para el positivista un placer.

Los tres estados socilògicos: supone que la humanidad pasa por tres etapas sucesivas: la sociedad tiene una fuerza dinàmica que la empuja a evolucionar y la saca del primitivo estado estancado al dinàmico, pero que en la evoluciòn sufrida perdiò su inclinaciòn natural altruista (Rousseau) vivre por autrui (vivir para otro), y lo ha cambiado por el de "vivir para sì" con sentido egoista. El primitivo estado social era militar o de dominio; pasò luego al jurìdico-metafìsico, sin mayor provecho para la sociedad, y, por ùltimo, el tercero, el industrial cientìfico, el realmente pràctico, ùtil y positivo.

En la primera etapa con caràcter teològico la sociedad navega en la ignorancia, y los fenòmenos naturales los adjudica a los dioses, y tenemos el fetichismo; en la seguna es filosòfica, y la razòn sustituye a la religiòn (que confunde con sùpersticiòn), y echa de ver que muchos fenòmenos o "misterios" no son tales misterios, sino leyes naturales, nada de seres ocultos o demiurgos, y del politeìsmo venimos al monoteìsmo, pero tambièn èste va perdiendo su caràcter divino, para darnos un principio metafìsico sin Dios, un ateìsmo embozado en la humanidad divinizada. Es decir, que por la razòn muchos llamados misterios quedan despejados, por la evoluciòn del progreso racionalista llega a ver en esos oscuros principios metafìsicos algo irreal, que no le llena. Basta con el conocimiento cientìfico para descorrer los "misterios", basados en la observaciòn de los hechos.

Este tercer estado racional o positivo es el "definitivo" de la humanidad, y los misterios se aclaran mediante la razòn, como el sol diluye la neblina, y el misterio se convierte en un simple problema. Ya no tenemos misterios, la razòn los destruyò, pero en su lugar tenemos problemas, màs ocuros a veces que los misterios, porque muchos quedan sin resolver. Desconoce Comte que hay dos clases de "misteriors"; los naturales y los sobrenaturales; los naturales, una vez descubiertos, se llaman ciencia, y a los sobrenaturales, se dice dogma.

Origèn del conocimiento: Para Comte està en la experiencia nada de especulaciones metafìsicas, pues lo ùnico esencial y el objetivo exclusivo de la ciencia es lo positivo, lo pràctico. Pero en el campo ideològico del conocimiento aparecen no sòlo un conglomerado de concepciones filosòficas propias de la ciencia, sino una gama de conocimientos variadìsimos dignos de estudio; descubrimos en la ideologìa del movimiento dialèctico una entera interpretaciòn del saber filosòfico y su misiòn hacia una integral filosofìa.

En Comte la concepciòn dialèctica se estanca en la observaciòn de los hechos, y no alza el suelo a nuevas concepciones, que, no por carecer de sentido pràctico dejan de interesar al intelecto humano. "La concepciòn dialèctica- dice Carlos Parìs- reduciendo el campo del saber sistemàtico a la matemàtica y a la ciencia natural, ha limitado a èstas el campo de la investigaciòn, que, no obstante, debe ser extendido al reino del saber filosòfico"

En el saber filosòfico hay que formular dos planteamientos conceptuales; uno, el que parte de la contemplacòn del cosmos y las cosas que nos rodean, que podrìamos identificarlo quoad nos- en cuanto a nosotros- y, otro, quoad se- en cuanto al que se nos incita a la averiguaciòn de su esencia, hacia la cual se dirige la ciencia-, son dos conceptos que se complementan. La diferencia- sin que la una estorbe a la otra- salta a la vista. El conocer cientìfico opera atenido a lo real, tanto en el origen como en la meta, y el conocimiento ideal es trascendente, pero en su carrera ascendente al reino del espìritu se basa en la racionalidad creada por este mismo. Por eso, la razòn humana rebota en la irracional contingencia de los seres que toma como trampolìn, para saltar en la bùsqueda del ser necesario, meta final del conocimiento humano, meta lògica que nos lleva a la divinidad.

"Hay- al decir de Carlos Parìs- en el conocimiento humano una entrañable aspiraciòn hacia la visiòn hontonal y unitaria del misterioso y plural mundo que nos rodea, ascendiendo desde el ocaso en que nuestros ojos carnales lo contemplan hacia su resurgir matutino en la divinidad creadora" Muy cierto: el hombre no es animal que solamente piensa; cree y espera....

18 octubre, 2008

EL PRAGMATISMO....

William James (1842-1910)
Willian James publicò algunas lecciones dadas en Bostón con el tìtulo de pragmatismo, es decir, antiguos caminos del pensamiento, que se tradujeron a varios idiomas. De ahì data se extendiera por toda Europa con innumerables comentarios que despertò dicha filosofìa. Esa misma teorìa fue aplicada por el mismo autor a los problemas RELIGIOSOS.

El Pragmatismo, se califica a la filosofía que se basa exclusivamente en hechos, y de verdad queda reducida al bien, a lo ùtil y pràctico; pero consiguiente, los valores lo son en cuanto reportan utilidad. Y al igual que Sòcrates reducìa la virtud a la ciencia, el pragmatismo convierte la verdad en utilidad, y hasta el arte coge fuego si no reporta cuentas bancarias. Las verdades abstractas son pura ilusiòn, siguiento a Nietzsche en ese desfiladero.

Para èl la vida toda tiene sentido pràctico y no hay otro problema que el de entregarse golosamente al azucarado racimo de la vida y vivirla lo màs còmodamente posible. El verdadero conocimiento para èl no es màs que una transvasaciòn de la ciencia en utilidad pràctica, como si la vida humana fuese puramente vegetativa. Por eso la filosofía, la religiòn y moral aceptan en aquello que pueda redundar al bien y utilidad de las persona; todo lo que es de utilidad y provecho es verdadero. Por tanto, la ciencia es verdadera por la utilidad que reporta; tambièn acepta la religiòn por la paz que proporciona. De ahì que el mundo trascendente no sea imaginario, sino real, puesto que produce efectos reales en nuestro ser.

Llevado de esta lògica entiende que Dios existe por los efectos singulares que las almas experimentan, por las conversiones a una vida de perfecciòn que la historia testifica, y esos efectos no tienen otra causa que Dios. Sin embargo, ese Dios- en su concepto- no es infinito, porque no se compadece de la existencia del mal en el mundo con un Dios infinitamente perfecto. Resultado: que culpa a Dios de la imperfección reinante. Pero entonces el libre albedrío del hombre, ¿donde me lo deja?...Si Dios es el "culpante", que dice el cibaeño, la responsabilidad recae en Dios. ¡Absurdo!....

Entiende, asì mismo, que los conceptos filosòficos, teolìgicos y dogmas son formas simbòlicas que inducen a la reflexiòn, pero no arrastran a la verdad...."La verdera religiòn. dice- se halla en relaciòn a su utilidad pràctica en orden a la vida de los individuos y de la humanidad; pero no puede concederse (desde el punto de vista cientìfico) un valor rigurosamente universal y absoluto"...

A W. James le preocupaba el comportamiento del individuo con relaciòn a la sociedad y su vinculaciòn a la familia. Anhela pasar la vida lo màs felizmente posible, y el buen comportamiento se lo proporciona; de ahì los consejos pràcticos que de sus obras se han entresacado, formando gavillas de pensamiento ùtiles y pràcticos: "el trabajo vigoriza"; "modelemos nuestro propio caràcter"; "hagamos algo difìcil cada dìa"; "el quehacer filosòfico denota el temperamento individual". Son màximas en las que no se percibe una chispa de espiritualidad, porque su filosofìa tiende a una religiòn natural; nada màs.

Filosofìa barata, por cierto, pues confunde la utilidad con la verdad; sòlo es verdadero lo que es ùtil. Pero en la vida hay otros valores que sin reportar utilidad pràctica e inmediata recrean el espìritu y son un sedante confortador. En ese caso, los museos de pintura y arte estàn demàs, porque, a fin de cuentas, contemplar un cuadro o escuchar un poema maravilloso no tiene nada de pràctico, y, sin embargo, fascinan; no solo de pan vive el hombre, dice la Escritura.

En fin: que el pragmatismo es una filosofìa que busca sòlo la verdad, reducida a la utilidad, pero hallamos en ese sistema otra verdad, y es su falsedad tambièn, porque deja truncado lo mas noble del hombre, el espìrtu, y sòlo estudia la materia; pero el hombre es un compuesto dual maravilloso de materia y espìritu, y lo pràctico es atender a los dos en su debida proporciòn, porque tan perjudicial es el espiritualista exajerado como el materialista cerrado y brutal.



09 octubre, 2008

EL FRANCES JEAN-MARIE LE CLÈZIO, NOBEL DE LITERATURA...


La Academia Sueca premia la aventura poética del novelista, decimocuarto escritor galo que recibe el galardón
AGENCIAS / ELPAÍS.com - París / Estocolmo / Madrid - 09/10/2008

"El escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante", así califica la Academia Sueca la obra del nuevo premio Nobel de Literatura, el francés Jean-Marie Le Clézio (Niza, 1940). En 45 años de oficio, Le Clézio, un gran viajero fascinado por los mundos primarios, ha escrito una cincuentena de libros cargados de una gran humanidad, señalan los medios franceses. "Como todos los premios literarios, [el Nobel] significa ganar tiempo, resurgir, tener más ganas de escribir", ha declarado en la radio France Inter Le Clézio antes saberse premiado.
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El autor considera que el galardón es "una respuesta" y señala que "escribe para ser leído y ser respondido". Le Clézio sonríe cuando se le insinúa que este premio le inscribirá con mayor presencia en la historia de la Literatura: "Todo eso es relativo, no hagamos de esto algo demasiado grande".

En cuanto a su hipotético discurso de aceptación del premio, Le Clézio asegura que le gustaría que versara sobre las dificultades que tienen los jóvenes para que les publiquen, o las que tiene un autor que escribe en lengua criolla para traducir su pensamiento al francés y encontrar un editor fuera de su isla. "Por qué todo es tan difícil cuando uno vive lejos de un país grande, de un país con dinero", se preguntaba el Nobel minutos antes de saber que iba a ser premiado.

Vea aquí la entrevista completa a Le Clézio (en francés)

"Esta bien escribir novelas, porque cambias de personalidad, te conviertes en otra persona. Es delicioso cambiar de personalidad totalmente; meterse en la piel de alguien de otra época, de otro sexo e identificarse completamente con esa persona", añade el escritor al hilo de su nueva novela Ritournelle de la faim, (El estribillo del hambre) que se publica estos días en Francia.

Carrera fulgurante
El flamante Nobel recibió mucha atención con su primera novela Le procès verbal, (El atestado, 1964). Por ella, con tan sólo 23 años, recibió el prestigioso premio Renaudot, una obra que definía su literatura existencialista, próxima a Georges Perec y Michel Butor, admirativa de Michel Foucault y Gilles Deleuze. Le Clézio se conjuró para intentar elevar las palabras "por encima del degenerado estado del discurso cotidiano" y restaurar el poder de éstas para invocar una realidad esencial, señala la Academia Sueca.

Su novela de debut fue la primera de una serie de descripciones de los tiempos crisis, que se incluyen en la colección de relatos La fiebre (1965) y El diluvio (1966), en las que señala los conflictos y el miedo reinantes en las principales ciudades occidentales.
Incluso en esta primera etapa, Le Clézio destacó como un autor comprometido con la ecología, una orientación que se acentuó con obras como Terra amata (1967) y El libro de las huídas (1969).

Espaldarazo definitivo
En 1980 recibe un nuevo espaldarazo al recibir el premio de la Academia Francesa por Désert (Desierto), un evocador relato del contraste entre la grandiosidad de las culturas perdidas del norte de África y la mirada de los inmigrantes indeseados en Europa. La proximidad con el norte de África le viene de su esposa Jemia, de origen marroquí, con la que contrajo matrimonio en 1975.

A partir de ese momento, Le Clézio comienza a centrar su obra en el universo amerindio, una cultura en la que profundiza a partir de la traducción de obras como Las profecías de Chilam Balam o El sueño mexicano o el pensamiento interrumpido. La temática de sus obras cambia, se centra en viajes y en mundos desconocidos y comienza a tener un gran éxito de ventas. En 1994 una encuesta le señala como el mejor escritor francés vivo.

Con Le Clézio son ya 14 los escritores de nacionalidad francesa que obtienen el más alto galardón de las letras. Su nombre no estaba en las quinielas de los favoritos para el Nobel. A sus 68 años, el escritor recibirá un cheque de 10 millones de coronas suecas (1,02 millones de euros), el 10 de diciembre en Estocolmo.

ENTREVISTA A JEAN-MARIE LE CLÈZIO

JMG Le Clezio - Nobel de littérature
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06 octubre, 2008

LA MAMMA.....

El ìtalo-americano, Mario Puzo, uno de los grandes de la narrativa contemporànea, escribe lacerado por el dolor y el amor a su tierra cuna del Renacimieto y asiento por siglos del imperio romano.
Escoge esta vez el corazòn palpitante de estos italianos emigrados a principios de siglo: el hogar, y en el, la figura descollante y sagrada, la Mamma.

La Mamma italiana en aquel New York de entonces , duro e inhòspito era una verdadera campeona en la fidelidad a su marido en su mayorìa hombres crueles e insensibles; en la defensa de sus hijos a los que protegía con verdadera fiereza, y en el mantenimiento en pie de la casa.

Aquellos italianos emigrados salidos de todo lo largo de la penìnsula itàlica incluyendo la isla de Sicilia, estos fueron y son famosos como es sabido, pasaron de sus vidas rùsticas y casi salvajes en sus sierras y aldeas al cuarto, o quinto piso de un edificio uniforme, todo lleno de hollín, ratones, cucarachas, y estrechez.

Esas madres todas fueron sufridas, todas consagradas a ver realizadas sus màximas aspiraciones, ver sus hijos criados y graduados en la escuela de manera que puedan ingresar a otro plano social y enriquecerse.
Lucìa Santa criò sola su prole...Su marido era un animal salvaje enloqueciò y hubo que internarlo de por vida en un sanatorio para orates altamente peligrosos.

Y cuando no perdìa una cosa, perdìa otra, cuando el puñal no se clavaba por un lado el destino hacìa que se le clavara por otro, y asì sufriò en su ignorancia y tosquedad sin llanterìo ni acorbadamiento.

..."Y ahora pensaba Lucìa Santa, volvìa a encontrarse sola. De nuevo tenìa que entablar tremendas batallas. Pero como era màs vieja, màs dura y màs experimentada que antes, no sentìa la desesperaciòn y el miedo de cuando era solo una viuda joven.

Era una veterana de las calamidades, y sus espìritu no estaba debilitado por locos sueños de juventud. Ahora su objetivo era uno solo: seguir viviendo.

Este mini-clàsico de Puzo no alcanza el engranaje ni la belleza literaria de otra gran novela de èl: El Padrino, de la que se han hecho màs de cien traducciones, pero respira el estilo y su legitima tendencia a exaltar su patria....