
Moravia, nacido en 1907, es de los prosistas italianos màs rudo en su narrativa, clara y si ambajes.
Cuando escribe y escribe algo, es como si lo dejara tal cual, ante el lector. Con pelos y señales.
Su objetividad, rayana a veces en los exagerado tiene, rara virtud en nuestros narradores, la cualidad de no dejar tralucir sus propias interioridades. De salir a escena, èl.
Es muy frecuente que el narrador, consciente o sin darse cuenta, se quiera desembozar. Desnudarse sin el màs leve rubor ante sus pacientes lectores.
Probablemente lo oculte. Se auto-convenza de que no. Y si, que es imparcial, pudoroso y bien modesto.
Esa proclividad se conoce como subjetividad estilìstica. No decimos las cosas simple y llanamente. Decimos ademàs que nos parece que sean o deban ser.
No es que estè mal, pero se dà el caso que a las personas no les interesan las opiniones de los otros tanto como la suya propia, y para formàrsela necesitan del conocimiento, descarnado y limpio de los hechos reales o imaginarios.
La propia opiniòn es la màs grata y convincente. En eso no hay regateo.
Son 4 narraciones que entremezclan, como entremezcla la vida real, lo noble y lo infame, lo improbo y blando de un golpe.
En El Engaño entran en juego la mala fè y lo turbio rompiendo lanzas contra la inocencia y el candor.
En La Provinciana bajan a la arena la vanidad, el amor frustrado, la falsa amistad, y la infidelidad conyugal, en contra de el buen sentido, la perseverancia y el trabajo.
En el Arquitecto flamea la codicia contra el amor.
Y en La Tormenta la avaricia contra la generosidad.
Cuatro narrativas de Moravia como cuatro gemas sacadas de la vida y engastadas en el arte del bello escribir.
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