Mi pobre cabeza está muy enferma y ya no puedo levantarme por la mañana. Esta tarde he recorrido (horas) sin encontrarte nuestros lugares. ¡qué dulce me resultaría la muerte! Y qué larga es mi agonía.
Por qué no me has esperado en el taller. ¿Dónde vas? cuánto dolor me estaba destinado. Tengo momentos de amnesia en los que sufro menos, pero hoy el dolor permanece implacable.
Camille, mi bienamada a pesar de todo, a pesar de la locura que siento acercarse y que será obra tuya, si esto continúa. ¿Por qué no me crees? Abandono mi salón, la escultura. Si pudiera irme a cualquier parte, a un país en el que olvidara, pero no existe.
Hay momentos en que francamente creo que te olvidaría. Pero de repente, siento tu terrible poder. Ten piedad malvada. Ya no puedo más, no puedo pasar otro día sin verte. De lo contrario, la locura atroz. Se acabó, ya no trabajo, divinidad maléfica, y sin embargo te quiero con furor.
El arte y la pasión se han dado cita en numerosas ocasiones a lo largo de la historia del arte. Uno de los ejemplos más trágicos es la relación entre Camille Claudel y Auguste Rodin. Con apenas 20 años, Camille entró a formar parte del taller de Auguste Rodin, iniciando una relación muy turbulenta con el escultor, ya que éste no abandonó nunca a su esposa ni a sus numerosas amantes. Este enriquecimiento mutuo, no exento de celos y rivalidad, acabaron destruyendo la relación, y a la propia Camille. Rodin muere en 1917 y Camille pasó treinta años en una residencia psiquiátrica, hasta su muerte en 1943, abandonada por su familia, a pesar de haber recuperado la cordura.
Dos días después del fallecimiento de Amedeo Modigliani a los 35 años en Paris (1920), su compañera y amante Jeanne Hébuterne se suicidó lanzándose de una ventana de un quinto piso. Tenía tan solo 21 años y estaba embarazada de nueve meses; dejó huérfana a una niña de poco más de un año, hija de ambos, que fue adoptada por una hermana de Modigliani.
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