03 julio, 2009

UNA PROMESA DEBIDA A IDEA VILARIÑO...



En Rojo
Tania A. Ramos González/Especial para En Rojo
Fue un martes a las diez y treinta de la mañana cuando pude tocar de cerca el misterio de su poesía. La muerte, como una de sus temáticas principales, me llevó hasta su puerta. Estaba en la fase investigativa de mi tesis y una beca me había abierto el camino para llegar hasta Montevideo y conocerla. Ella no recibía a nadie; la vida y sus múltiples niveles de tristeza habían logrado que se aliara sin reparos junto a una soledad segura y productiva.
He de aclarar, que en realidad me llevó hasta ella una herida, pronto entendí que era compartida. Diez y veinticinco, mis impulsos estaban allí queriendo reconocer en ella lo que había perdido. Quizá aceptó verme porque dos asuntos la acercaban a Puerto Rico: “Fefel” Varona y el recuerdo de la correspondencia que sostuvo con Juan Ramón Jiménez mientras éste vivía aquí.
Ciertamente, las razones sobraban, yo estaba allí frente a su puerta esperando hurgar entre sus versos, entre su laconismo, para comprender el ritmo de sus palabras, para conocer a la “Suplicante” que perdió su paraíso, su pobre mundo, sus poemas de amor. Llevaba conmigo una libreta, una grabadora, copia de las cartas que ella le había escrito al poeta, una hija en el vientre y el frío desnudo de quien se acerca a un precipicio. Toqué el timbre de aquella puerta oscura que cobijaba a una extraordinaria poeta. Fue entonces cuando la vi por primera vez.
Estaba tan cerca de mis ilusiones que sentí la fragilidad del temor constante a equivocarme con cada palabra pronunciada a su lado. Una biblioteca inmensa llenaba la sala donde tenía lugar aquel encuentro, poco a poco entendí que la realidad puede a veces superar la fantasía. Comenzamos a conversar, rompiendo el abismo que se forma ante la presencia de un desconocido. Yo sólo tenía fragmentos de su vida; ella la tenía toda; yo sólo tenía preguntas luego de haber devorado su obra publicada; ella, pocas respuestas y una mirada serena. Sin darnos cuenta, las horas se acumularon en el sofá mientras conspirábamos a favor de la poesía. Manuel Claps, Juan Carlos Onetti, Juan Ramón Jiménez del lado de allá; Eugenio María de Hostos, Julia de Burgos, Juan Antonio Corretjer, entre otros, del lado de acá. Ella conocía muy poco de nuestra literatura, apenas podía entender qué clase de país éramos (somos), -pero colonia todavía ¿por qué?, -me preguntaba; fue difícil explicarle, puesto que en el fondo compartía con ella la misma decepción.
Ella ya había escuchado de Puerto Rico por su cercanía con Casa de las Américas en Cuba (fue jurado en certámenes) y también porque en 1968 conoció a José “Fefel” Varona. Ambos coincidieron en un vuelo (asientos contiguos); su encuentro fue previo al ataque que daría fin a la vida de éste, por parte de las Fuerzas Armadas estadounidenses. “La inteligencia de ese joven me impactó, él me habló de su país y lo que lo motivaba a ir a Vietnam”, -me decía la poeta. Fue sólo ese encuentro, pero provocó que Vilariño le dedicara un poema en su libro Pobre mundo, a raíz de la muerte de éste. Así la complicidad iba anudando nuestras vidas.
El mate de aquella tarde y tanta palabra suelta fueron marcando el territorio entre el cariño, la admiración, las coincidencias y el amor. Yo traté de indagar sobre diversos asuntos. Empecé a preguntarle acerca de su círculo de amigos e intelectuales; sus ojos decían más que sus palabras... “el filósofo Manuel Claps, -contestaba escuetamente-, pues él y otro grupo de escritores (fundadores de la revista Número1) nos obligábamos a ser severos, críticos y autocríticos”. Pero su poesía, Idea, su poesía; esa profunda tristeza y apego a la muerte (que en el fondo es apego a la vida): “mi poesía comenzó buscando darle expresión a lo que sentía”-contestó.
La muerte de su madre (1943), la de su padre (1944) y la de su hermano Azul, poco después, además de los periodos de enfermedad en la piel, que la tuvieron todo un año en cama, son sólo algunos datos que la marcaron y pueden haber propiciado que ella dedicara su vida al estudio de las letras y no al de la ciencia y la medicina, como se había propuesto inicialmente. Cuando hablaba con tibieza de su padre, el poeta Leandro Vilariño, le brillaban los ojos; una especie de alegría tierna habitaba su memoria sólo percibida por el tono de su voz. Los silencios eran buenas señales, ya tocaba un cambio de tema urgente. Yo quería saber siempre más, pero no debía abrumarla, algo me susurraba al oído que no debía. Por fin, me atreví a preguntarle de sus amores, en especial sobre Onetti, todos hablaban y especulaban, tras las dedicatorias que ambos poetas habían colocado en el umbral de sus respectivos libros (Ella: Poemas de amor; Él, Los adioses).
Era de conocimiento público que habían tenido una relación amorosa, difícil e intensa. Sí, lo amó, sin lugar a dudas. Pero el suyo fue un amor doloroso, signado por partidas y pérdidas, sin por ello dejar de ser amor. Tuvo sus ganancias poéticas y literarias para ambos. Pero aquella tarde, fue poco lo dicho, salvo un lacónico: “Juan Carlos Onetti, relación personal muy intensa, lucha de secretos y silencios mal leídos. No hablábamos de literatura”. Tan sólo eso, y que lo vio antes de morir. Cuando lo visitó comprobó que todavía quedaba un profundo cariño puesto a airear. Claro, que hablar de los escritores y cómo éstos se relacionan amorosamente, fue la forma perfecta para hacernos piolas, desde ese lugar intangible de los sueños y las decepciones. Fue entonces cuando saqué las cartas que ella le había enviado a Juan Ramón Jiménez. Abrir esas cartas fue hurgar en un baúl de nostalgias; tesoros escondidos, y poco comentados por la crítica, se me fueron apareciendo.
Ella lo admiraba, lo leía y sabía de memoria muchos de los poemas de la segunda antología. Había mantenido una relación de amistad con el poeta y algo de esa correspondencia la intercambiaron mientras él vivió en Puerto Rico. Vilariño recuperó así copia de sus cartas, y en recompensa, me permitió leer algunas de las que Juan Ramón le había escrito. Digamos que tuvieron una relación de amor platónico correspondido. Transitar por aquellas letras cerradas, enigmáticas, amorosas y desbordadas, ya era un gesto de confianza que agradecí pronto. Sentí aquella impertinencia autorizada como un cumplido en medio de nuestra prolongada conversación. Ya éramos amigas, si no cómo explicar tanta intimidad organizando los sentidos. Una llamada nos interrumpió, un corte inesperado, ya habían venido a recogerme; si bien es cierto que era tarde, qué importa el tiempo cuando estás en medio de la poesía.
Una familia generosa se había atribuido rigurosamente la responsabilidad de cuidarme, pues tenía seis meses de embarazo y estaba en un país conocido sólo a través de la literatura y de mis extensas lecturas sobre su historia, sobre todo, a partir de la dictadura. Visto estaba que necesitábamos un segundo encuentro. No me atreví decirlo, pero ella lo sugirió. Al salir aquella noche de la calle Anzani, esquina Italia #2129, un diluvio interno me invadía el pecho, estaba aún tratando de apalabrar la experiencia. Aquel martes inolvidable, había conspirado con la poesía, había empezado a cerrar una que otra herida y había prometido regresar. Hace unas semanas se me ha muerto mi poeta, con la que me desvelé por año y medio terminando una investigación, explicándome sus versos, su ritmo, su idea de muerte, su dolor. Hoy, revisando mis papeles he encontrado una carta suya, esta vez era para mí:
“Querida Tania: Qué alegría volver a encontrarte y saber que todo anda bien. [...] Me gustaría ver tu trabajo cuando esté terminado. Aunque no siempre comprenda tus procedimientos, creo que en general vas muy bien. Te ruego que no vaciles en escribirme por cualquier problema. Una vez operada Poema [su hermana] y entregado Shakespeare [estaba traduciendo Julio César] estaré más libre. Te saludo con mucho afecto. Idea”. No pude volverle a escribir; la vorágine de la cotidianidad, lo urgente le quit[ó] tiempo a lo importante. Me quedan aquellos días pegaditos a la última mirada, un intento de cumplir con una promesa debida, aun sabiendo que “Ya no estás en un día futuro” (Ya no -1958- en Poemas de amor), esperando que hayas llegado a tu “seguro seguro paraíso” (Parasíso perdido -1947-) porque tu muerte es la afirmación de la prolongación de tu vida, y tu poesía un paradigma profundo de inmortalidad, un designio infranqueable, una sutura en medio de la inescapabilidad.
La autora es profesora a tiempo parcial en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y conferenciante en la Universidad del Este en Carolina. Escribió su tesis para el grado de Maestría en la Universidad de Puerto Rico sobre la poesía de Idea Vilariño.1La revista Número fue fundada y dirigida en 1949 por Idea Vilariño, Manuel Claps, Emir Rodríguez Monegal y posteriormente Mario Benedetti.2La crítica ha dedicado mucho tiempo a dilucidar y divulgar la relación amorosa que existió entre ellos. Un documental titulado Idea (Mario Jacob, Montevideo: Imágenes Org, 1995) centra bastante su atención en ese aspecto, pero creo que otras relaciones han sido más determinantes en la configuración de su poética.
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5 comentarios:

  1. MI QUERIDA KARINA...SIEMPRE ME SORPRENDES...TU SENSIBILIDAD NO CABE EN LAS PALABRAS....SE QUEDAN CORTAS....

    UN FUERTE ABRAZO.

    MARILUZ.

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  2. Gracias por visitar mi Blog, veo que tienes varios Blogs de gran calidad. !Enhorabuena¡ Mi blog esta abierto a cualquier crítica y colaboración tambien. No soy un "fascista" en toda la extensión de la palabra, aunque de un tiempo para acá me seduce un tanto... Te invito a visitar la entrada que acabo de publicar. http://disidenciahostil.blogspot.com/2009/07/reflexiones-sobre-el-antifascismo.html

    Saludos.

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  3. Querida amiga Mariluz, antes que nada excusa mi dilaciòn en responder tu amable comentario, tu blog està de pelicula, si supieras que buscaba en google la opiniòn de algun psiquiatra en relaciòn a la conducta de Michael Jackson, dejando su vida artìstica de lado por supuesto, puès bien la grata sorpresa me la he llevado al visitar tu blog, està estupendo, muy renovado y veo que eres tomada muy en cuenta por los que te siguen (mi incluyo), puès bien amiga me he tomado el atrevimiento de añadir un enlace aquì en filosofando para que te visiten y lean tu intesante aportaciòn que haces desde tu experiencia psiquiatrica y amante de la problematica infantil.

    Un saludo mi distinguida amiga, con el cariño de siempre..
    Karina...

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  4. Hola Lovecraft, si estuve por tu blog y veo que tienes como foto la imagen de Lovecraft, se ve que eres un apasionado de este tenebroso escritor, te decia que por acà tengo algo de Lovec... puès tuve un tiempo que me gustaban mucho sus libros, te visitarè de nuevo y te comentarè....
    abrazos

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  5. Amiga, te recuerdo que la psicologia es la antesala de la psiquiatria, casi lo mismo...

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