18 enero, 2009

EL RELOJ DE ARENA....

Hace poco le preguntaron a Umberto Eco qué pensaba sobre esta etapa avanzada de su vida y él, sin complejos, hizo algunos comentarios sobre cosas tales como la sensación de que los tiempos se han acelerado de un modo que se le aparece vertiginoso. Tiene la impresión de que todo lo que existe será obsoleto dentro de muy poco, de que hay una velocidad en los procesos de tal ímpetu que quizá la psicología humana no logrará adaptarse. Un ejemplo que advierte en su profesión docente es que en ninguna bibliografía científica se citan ya libros que tengan más de cinco años. Los que fueron publicados antes casi no cuentan. Hay muchas otras complejidades. Ahora la gente tiene en internet toda la información que desee pero en general no sabe bien cuál es buena y cuál no lo es, cuál merece crédito y cuál es deficiente o falsa. Muy pronto la misma internet será un sistema obsoleto, como lo han sido docenas de artefactos que tuvieron su época y sobre los que se abalanzaron muchedumbres. Hasta los celulares evolucionan, cambian y se transforman como el mitológico Proteo, multiforme deidad de los antiguos griegos.

Y hay en todo esto una consecuencia grave: la velocidad de las cosas y de los sucesos provocará el deterioro de la memoria. Las generaciones jóvenes, que ya no leen libros ni diarios y se comunican a través de SMS, la tienen cada vez más pobre. Evoca que ya en 1960 alguien le preguntó a un escolar francés si recordaba el nombre de un personaje extranjero que había marcado a fuego su país veinte años antes y cuando, ante su silencio, se lo aclararon él musitó: "¿Hitler...? Connais pas" (No lo conozco). La superabundancia de información se traduce en pérdida de memoria; difícilmente en ganancia de conocimiento. Uno de los problemas contemporáneos es que, ante la catarata de datos irrelevantes a que accedemos, nos enfrentamos con la dificultad de seleccionarlos. Se pierde la memoria, no sólo la histórica, y ello es muy, pero muy serio, dado que la memoria es propiamente nuestra identidad, nuestra alma. Parece que marchamos hacia una humanidad de zombies, concluye el semiólogo italiano con amargura.

Hay un libro publicado por un especialista holandés que repasa casi todo lo que se sabe sobre la memoria -un saber evidentemente insatisfactorio a pesar de los esfuerzos de físicos, biólogos, psicólogos y psiquiatras- y cuyo título señala un problema interesante, específico de esta facultad de la mente humana: "Por qué la vida parece acelerarse cuando envejecemos: cómo la memoria configura nuestro pasado". En su último capítulo el libro analiza la sensación subjetiva de que la vida comienza a pasar muy rápido y con un ritmo creciente a medida que uno envejece. En nuestra juventud nos sentíamos impacientes por salir a las cosas del mundo y el tiempo parecía desesperadamente lento en relación con nuestras ansias. Inversamente, cuando nos aproximamos al ocaso el proceso cambia: la gente mayor, aunque quiere extender cuanto sea posible su existencia, se angustia ante el percibir que el pasaje de los días se hace cada vez más acelerado y el tiempo, cada vez más breve. En el otoño de las vidas no sólo los días, los meses y los años parece que vuelan. Los propios diálogos entre camaradas o matrimonios maduros se convierten en un obstinado retorno a evocaciones melancólicas de amigos y familiares que se fueron (como en el verso de Borges: "¿Dónde estarán? Pregunta la elegía/de quienes ya no son, como si hubiera/una región en que el Ayer pudiera/ser el Hoy, el Aún y el Todavía"). O, en todo caso, hitos de distintos tipos, personales o públicos -pensemos en la rememoración reciente de avatares políticos en los 25 años de democracia del país- que se les presentan como si fueran de hace poco y ocurrieron sin embargo un largo tiempo atrás. "Parece que fue ayer...".

Hay varias explicaciones propuestas para este fenómeno bien conocido que es la sensación subjetiva de una aceleración existencial y al cual, por otra parte, en estos tiempos algunos aprecian no exclusivo de los que envejecen. Unas intentan ser serias y otras resultan fantásticas (un ejemplo es la llamada "Resonancia Schumann", que lo adjudica a un fenómeno de perturbación del campo magnético del planeta que influye sobre nuestros ritmos mentales) pero nadie ha podido llegar a una que sea científicamente satisfactoria. El aludido psicólogo holandés no encuentra otro recurso que acudir a una cita ajena para clausurar de otro modo, literariamente, su inquietud. Se trata de la metáfora propuesta por un filósofo que tuvo larga vida -el alemán Ernst Jünger (1895-1998)- y que expresa: "En los relojes de vidrio los granos de arena se deslizan suavemente frotándose entre sí hasta que finalmente, puliendo la garganta y haciéndola más ancha todo el tiempo, fluyen casi sin fricción de un bulbo al otro. Cuanto más viejo el reloj de arena, más rápidamente corren los granos. Sin darnos cuenta, ese reloj mide horas cada vez más cortas".Las metáforas suelen ser fáciles; las explicaciones, no tanto.
HÉCTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía

4 comentarios:

  1. Creo que esto en algo coincide con el planteamiento de Umberto Eco, vaya a saber usted si leyó sobre Sherlock Holmes al ocurrírsele:

    "Mi estupefacción llegó sin embargo a su cenit cuando descubrí por casualidad que ignoraba la teoría copernicana y la composición del sistema solar. El que un hombre civilizado desconociese en nuestro siglo XIX que la tierra gira en torno al sol, se me antojó un hecho tan extraordinario que apenas si podía darle crédito.

    -Parece usted sorprendido -dijo sonriendo ante mi expresión de asombro-. Ahora que me ha puesto usted al corriente, haré lo posible por olvidarlo.

    -¡Olvidarlo!

    -Entiéndame -explicó-, considero que el cerebro de cada cual es como una pequeña pieza vacía que vamos amueblando con elementos de nuestra elección. Un necio echa mano de cuanto encuentra a su paso, de modo que el conocimiento que pudiera serle útil, o no encuentra cabida o, en el mejor de los casos, se halla tan revuelto con las demás cosas que resulta difícil dar con él. El operario hábil selecciona con sumo cuidado el contenido de ese vano disponible que es su cabeza. Sólo de herramientas útiles se compondrá su arsenal, pero éstas serán abundantes y estarán en perfecto estado. Constituye un grave error el suponer que las paredes de la pequeña habitación son elásticas o capaces de dilatarse indefinidamente. A partir de cierto punto, cada nuevo dato añadido desplaza necesariamente a otro que ya poseíamos. Resulta por tanto de inestimable importancia vigilar que los hechos inútiles no arrebaten espacio a los útiles.

    -¡Sí, pero el sistema solar..! -protesté.

    -¿Y qué se me da a mí el sistema solar? -interrumpió ya impacientado-: dice usted que giramos en torno al sol... Que lo hiciéramos alrededor de la luna no afectaría un ápice a cuanto soy o hago." (Extracto del Estudio en Escarlata, Sir Arthur Conan Doyle)

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  2. Anónimo23/1/09

    Da gusto leerte de "corrido". Esa teoría del holandes me deja inquieta. Yo, aunque me considero joven y luzco bien, me pregunté meses atrás por la rápidez conque corre el tiempo. Por tanto hice un sondeo entre personas de diferentes edades y, la conclusión me sorprendio: Todos,en una alta mayoría, consideran de que el tiempo está a ritmo acelerado. Mira por ejemplo, hoy es 23 de enero, se acabará el primes mes del año. En fin, lo relevante es vivir a plenitud y con alegría de espiritu que nos permitan estar en armonía perfecta.

    ¡Un abrazo renovador de energías cósmicas y mis mejores deseos para ti, en este 2009!

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  3. lo peor de todo esto que ya no hay tiempo para estar tristes, melancólicos, acongojados, además de la vertiginosidad, tenemos que estar BIEN.
    El hombre tiene que procesar ciertos datos de la realidad, acomodarse, para generar la respuesta adecuada, y acomodarse para estar bien todo el tiempo, le demanda un esfuerzo extra.
    Me agrada tu cita de Umberto Eco.
    Llegué por FEEDJIT y me agradó visitar tu página.

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  4. Como todos sabemos el cuerpo humano se divide en tres partes: cabeza, tronco y extremidades. pero sin duda alguna la màs importante de todas es la cabeza, por una doble razòn; porque contiene el cerebro que es gran luz y motor de toda nuestra existencia consciente, y el rostro que es lo màs noble, iluminado por los ojos.
    Los ojos de todos, hasta de los animales son hermosos, porque tienen un destello, una chispa del misterio que envuelve al universo.
    Por eso miremos a los ojos con humildad de las personas que nos presentan, o que se nos acercan o simplemente nos pasan por el lado, y si nos fijamos bien, veremos en ellos las estrellas y las fuerzas ocultas que las guìan.
    Pocas cosas hay tan sobrecogedoras como el rostro de un niño y de un anciano, sus ojos.
    Son las playas extremas del viaje de la vida, que es tan breve y en el que paradòjicamente se puede hacer tanto. Nos reconforta mucho ver a los que van a comenzar esta carrera de avatares y sorpresas de la vida, y contemplar a los que van llegando a la meta, cansados y encorvados y llorosos y alucinantes. Me reconforta, decìa, y reafirma en nosotros vocaciòn por la vida.
    La contemplaciòn por demàs de la lozanìa de la infancia y las estrecheces y arrugas de la ancianidad, constituyen la meditaciòn visual màs completa.
    Una nota de humildad para nuestras propias vidas que tendemos a disiparla y malgastarla, como si fuera para siempre, como si fuera de hierro.
    Otra cosa se aprende al contemplar las edades extremas de la vida y sus ojos, es rehuir de la desesperaciòn.
    Las cosas estan llamadas a suceder como sea.El tiempo de cada uno està previsto. El universo se tomò billones de billones de años para dejarnos ese granito de arena perdido en èl. Debidamente habitable y acondicionado para nosotros.
    Infancia y ancianidad, puntos extremos de una idèntica unidad, que es la vida, veteada por los destellos de unos ojos rebosantes o apagados.
    Punto de llegada y punto de partida de la brizna existencial, a la que nos aferramos desesperadamente y con sobrada razòn, porque la vida es indiscutiblemente hermosa.
    Si supieramos el secreto de ser felices ahora, en este momento, aquì asì como estamos, con la sola fuerza de una mente lùcida y pletòrica de nitidez, que maravilla....

    (esta reflexiòn es uno de nuestro primeros post quizas no tiene que ver mucho con lo planteado con Humberto Eco, pero si existe algun encadenamiento)
    ......................

    hDEdios, madreselva,lully, el tiempo en todas sus acepciones es una de las cosas que mas nos hacen meditar, y si pasa tan vertiginosamente diria que esto es relativo...ya sea jòvenes o viejos el tiempo transcurre igual, la relatividad del mismo depende del momento que se vive...las horas se hacen interminables o pasan ràpidas segùn estemos gozando o padeciendo...

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