31 agosto, 2009

LAS CARTAS DE DORIS DANA Y GABRIELA MISTRAL...

La pasión y el cariño de estas dos mujeres siempre ha sido de debate.
La académica Elizabeth Horan, mientras da los últimos toques a su biografía sobre la poetisa, escribe este texto que se publica también en la revista inglesa Chroma
por ElizabethHoran - 29/08/2009 - 10:43

Parece una historia gótica de la vida real: Gabriela Mistral había sido, en sus años mozos, una poeta gurú y una celebridad en temas de educación. Sin embargo, en sus últimos años, fue una diplomática reservada, cuyas conexiones la llevaron a sus residencias en tiempos de la Guerra Fría en California del Sur, México e Italia, antes de que su vida terminara en Long Island. Ella encontró más que una pareja en Doris Dana: una chica fiestera y lesbiana, 31 años más joven que ella. Doris Dana también era una empleada ocasional del Departamento de Estado. Apenas compartían un lenguaje común cuando se conocieron en Nueva York. Pero su relación íntima duró más allá de la muerte de la poetisa, cuando Doris Dana progresó en los papeles secundarios que tuvo previamente, como acompañante, hija sustituta y compañera abnegada de la Premio Nobel. Con la muerte de Gabriela, Doris se apoderó del papel de su vida: la apenada viuda literaria.
Fragmentos de la historia de amor entre Gabriela Mistral y Doris Dana han aparecido en la prensa chilena. Algunos han querido mostrar a la neoyorquina como una pervertida disoluta que sedujo a la Gran Gabriela, nuestra sobria poetisa de los niños y de la maternidad, a modos extraños, cuesta abajo, esto es, a la ruina lésbica. Pero cuando se leen con detención las cartas de la poetisa, largamente escondidas, ellas cuentan una historia muy distinta. Doris era coqueta, y precavida para esconder sus huellas, de modo que la poetisa chilena creía que era ella, y no Doris, la que había hecho los primeros pasos:
“Tal vez fue locura muy grande entrar en esta pasión. Cuando examino los primeros hechos, yo sé que la culpa fue enteramente mía. Yo creí que lo que saltaba de tu mirada era a[mor] y yo he visto después que tú miras así a mucha gente. Loco fui, insensato: como un niño, D[oris], como un niño” (GM a DD, ~20 iv 1949, Veracruz).

Cuando Gabriela y Doris se conocieron, Dana era un demonio de los quebradizos bordes de la corteza superior de Nueva York. Su padre, quien había sido adoptado por un millonario de Wall Street, había perdido la mayoría de la fortuna familiar en un divorcio, en el crash de 1929, en la bebida y en malas inversiones. El dinero que sobrevivió pagó la educación de la primera de sus tres hijas: las tres tenían talento en el drama y en medicina. Al igual que su hermana menor (quien se convirtió en la estrella de las tablas y de la pantalla, Leora Dana), Doris Dana estudió para ser actriz profesional. Más importante aún, la erótica de la medicina -que saturaría la relación de Doris y Gabriela- también era un legado familiar. La madre de Doris había sido enfermera. Su hermana mayor se convirtió en doctora. Por su parte, Doris tenía un historial de crisis que le daban una experiencia sin rival como consumidora de atención médica costosa, lo cual fue un atractivo clave para Gabriela, quien como Doris, era una hipocondríaca de toda la vida. Las dos mujeres se turnaban para estar o jugar a estar enfermas. Entretejidas con sus dramas de diagnósticos, píldoras, inyecciones y hospitales, estaban las frecuentes desapariciones de Doris Dana. Ella era, como pudo verlo rápidamente Gabriela, una muchacha caprichosa:

“Esta de hoy fue tu segunda escapada, después de la de N[ueva] Y[ork]—Calif[ornia]. Por huir del psiquiatra. ¿Hay otras más? ¿Es un sistema?” (GM a DD, 10 vi 1949, Veracruz).

La delgada muchacha de 27 años conquistó a la chilena. Los huesos de la neoyorquina, voluntad férrea y acento elegante recordaban a la actriz Katherine Hepburn, pero el rol principal de Doris Dana era mucho más oscuro. Gabriela Mistral, quien creía en el karma, veía en la pálida piel y ojos oscuros de la joven un parecido muy grande con Juan Miguel, su sobrino recientemente fallecido, a quien ella apodó “Yin Yin” y crió desde niño. Gabriela escribió sobre Doris y Yin como si fueran gemelos:
“Duerme, querida, cabecita de cobre, ojos de Yin, discreta y fina según el marfil, color de la flor del manzano, duerme. Dios te junte los párpados” (GM a DD, ~26 iv 1948, Veracruz)”.
Gabriela insistía, después de todo, en la semejanza emocional que tuvo Doris para con ella, relativo a Yin: ”Eran tú y Yin, eran mis dos fracasos y mis dos pasiones —pasión con M mayúscula y con la otra…”(GM a DD, 29 nov. 1949, Veracruz).

Gabriela creía que ella, como escribió en otro lugar, había “venido en vano por Yin.” Su crianza había sido irregular, ya que sus ingresos dependían del periodismo y trabajo consular. La amiga de la poetisa, Palma Guillén, de México, se unió a ellos en su recorrido por Europa en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Palma era disciplinadora, mientras Gabriela era indulgente, de modo que el muchacho tuvo dinero para malgastar. Su desorden y falta de disciplina se hizo evidente con la invasión alemana de Francia: la Guerra los empujó a él y a Gabriela a Brasil. En circunstancias oscuras, el viernes 13 de agosto de 1943, Yin Yin tragó arsénico. Tenía 18 años de edad.

Con la muerte del muchacho, Gabriela sufrió un colapso total. “Quién era la mujer que gritó anoche", le preguntó Gabriela a la enfermera, al día siguiente de la muerte de Yin Yin. “Era usted”, le contestaron”. (Ésta América 310).

Clave en el rol central de Doris Dana al final de la vida de la poeta fue que Gabriela no tenía, en efecto, más familia que Emelina, su media hermana, media loca y media inválida. Como siempre, sus muchos amigos vinieron a rescatarla. Sin embargo, Doris tuvo que enfrentar la dura competencia de rivales. Ninguno era más inteligente que Palma Guillén, un cerebro con estudios en lógica y sicología, quien estuvo junto a la poeta por más de 30 años. A través de Palma, Gabriela tuvo importantes contactos con México; a través de Gabriela, Palma se convirtió en la primera embajadora mujer de México. Como ocurría a menudo cuando estaba involucrado Yin, Palma corrió para estar al lado de Gabriela.
Luego de la muerte del muchacho, Palma dirigió a los asistentes. Junto a la asistente personal de toda una vida de la poetisa y ex estudiante, Consuelo “Coni” Saleva, una puertorriqueña, cuidaron a Gabriela Mistral las 24 horas del día, orquestaron un encubrimiento parcial en Brasil hasta que la vida de la poetisa y su sanidad parecían estar fuera de peligro. Una vez que el fin de la guerra hizo que viajar volviera a ser fácil, Palma y Coni no se demoraron en volver a sus propios países. Sabían muy bien que las crecientes demandas de asistencia doméstica y secretarial de la poetisa las tragarían. Su escape y retorno son centrales en por qué Gabriela Mistral se quedó sola, como una ciruela madura para que alguien la recogiera, cuando llegaron las noticias de los anuncios de los Premios Nobel de 1945, y por qué la historia de Gabriela y Doris siempre involucró a estas mujeres, a quienes Doris siempre usó.
La poetisa estaba curiosamente sola, en Estocolmo. Ella lo explicó, más tarde, a un amigo como un simple asunto de programación. “Me embarcaron como quien dispara un cohete en el barco sueco que estaba en la bahía, casi sin ropa, porque yo estaba en Leblón y no en Petrópolis” (GM a Carmela Echeñique, 8 abril de 1946, Vuestra G. 85). La nueva laureada hizo un recorrido mayor. Su gira post Premio Nobel tuvo paradas en Londres, París, Roma, Washington y Nueva York. Sólo descansó sus pies al llegar a California del Sur, donde compró la primera de dos casas.

El cónsul chileno en Los Angeles, un cercano a Gabriel González Videla, hizo todo lo posible para que la nueva premio Nobel no fuera bienvenida, ya que había sido escéptica durante años de González Videla. Pero Mistral tuvo un importante protector estadounidense: su presencia en California captó la atención de Eleanor Roosevelt. La ex primera dama quería a más mujeres en las recién creadas Naciones Unidas, de modo que invitó a Mistral a Nueva York. Eleanor Roosevelt incluyó una recepción en Barnard, el college para mujeres de la Columbia University, donde Doris Dana, se fijó por primera vez en Gabriela Mistral.
Lea una de las cartas aquí.

PUBLICAN EN CHILE CARTAS INTIMAS DE GABRIELA MISTRAL...

Detalles de la relación de la escritora con su albacea estadounidense Doris Dana quedan al descubierto gracias a unas misivas donadas al gobierno chileno

Los documentos dejan ver el vínculo que la autora sostuvo con su albacea (Foto: Archivo/ELUNIVERSAL )
EFE El Universal Santiago de Chile Domingo 30 de agosto de 2009 11:46
La íntima relación que unió a la poetisa chilena Gabriela Mistral con su albacea estadounidense Doris Dana sale ahora a la luz con la publicación de la correspondencia que ambas mantuvieron y que fue donada al Gobierno chileno.
Cuando la Premio Nobel de Literatura falleció en 1957, su legado pasó a manos de su compañera y secretaria Doris Dana, empleada ocasional del Departamento de Estado de EU y 31 años más joven que la poetisa chilena, a la que conoció en Nueva York.
Dana falleció a fines de 2006 y su herencia recayó entonces sobre su sobrina, Doris Atkinson, que donó al Gobierno chileno el valioso legado literario, de más de 40 mil documentos, para que sea custodiado por la Biblioteca Nacional.
La prensa chilena recoge hoy parte del contenido de esas cartas, que se citan en el libro elaborado por el conservador del Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional, Pedro Pablo Zegers.

"Tú no me conoces todavía bien, mi amor. Tú ignoras la profundidad de mi vínculo contigo. Dame tiempo, dámelo, para hacerte un poco feliz. Tenme paciencia, espera a ver y a oír lo que tú eres para mí" , escribió Mistral a Dana el 22 de abril de 1949, según el diario El Mercurio.
Las dos mujeres se conocieron a raíz de una traducción al alemán que hizo Dana de un texto de Mistral en homenaje al también Premio Nobel de Literatura Thomas Mann, escritor alemán nacionalizado estadounidense, al que fueron juntas a visitar a California.
"A partir de este punto, tanto la relación entre ambas como el epistolario que la narra no tiene punto de retorno. Hay en ellas, en Gabriela y Doris, en sus cartas, un cruce de intensas personalidades cargadas de emotividad y pasión. De admiración y de orgullo, de velos y entreveros, de felicidad y de angustia" , escribe Zegers.

La académica estadounidense Elizabeth Horan también ha indagado en esas misivas, para incorporarlas a la biografía que prepara sobre la escritora chilena, y publica hoy en el diario La Tercera un extenso relato que incluye una entrevista que mantuvo con Dana.
"Tal vez fue una locura muy grande entrar en esta pasión. Cuando examino los primeros hechos, yo sé que la culpa fue enteramente mía" , se lee en una misiva para Dana fechada el 20 de abril de 1949 en Veracruz (México) , donde Mistral también residió.

"Tengo para ti en mí muchas cosas subterráneas que tú no ves aún" , escribió Mistral en una libreta, en la que Dana añade: "Quiero conocer estas cosas subterráneas y tú sabes bien que tengo confianza, muchísima confianza. He dado a ti (sic) la prueba de mi confianza".
"Lo subterráneo es lo que no digo. Pero te lo doy cuando te miro y te toco sin mirarte" , dice Mistral. "¿Y piensas tú que en mi mirada a ti y mi manera de tocar a ti no hay cosas que yo pueda decir o mostrar? He vivido siglos buscando a ti (sic)" , responde Dana.
La publicación de la relación epistolar entre ambas mujeres contribuirá a profundizar en la vida y obra de Mistral, que durante años compaginó su pasión literaria con su trabajo como cónsul de su país, lo que la embarcó en una vida itinerante.

25 agosto, 2009

LOS SECRETOS DE DICKENS.....



AVANCE EDITORIAL
Sea el primero en leer en exclusiva el primer capítulo del nuevo libro de Matthew Pearl: 'El último Dickens' (Alfaguara), un 'thriller' sobre la novela inconclusa del maestro británico
WINSTON MANRIQUE SABOGAL - Madrid - 25/08/2009

Uno de los grandes enigmas literarios es abordado en El último Dickens (Alfaguara), de Matthew Pearl: ¿Qué ocurrió con la novela inconclusa de Charles Dickens, El misterio de Edwin Drood?.
Después de sus éxitos de El club Dante y La sombra de Poe, el joven escritor estadounidense se adentra en la vida personal y literaria del maestro británico y su época.
A ritmo de thriller y en un juego donde realidad y ficción crean un nuevo mundo, Pearl también muestra la historia de la edición en Estados Unidos y el tráfico de opio.

'El último Dickens', capítulo I
DOCUMENTO (PDF - 265,6Kb) - 25-08-Con este avance editorial, EL PAÍS y Babelia vuelven a entregar a sus lectores los primeros capítulos o pasajes de los libros más esperados cada semana. Además, Babelia ofrecerá el próximo sábado una entrevista exclusiva con Matthew Pearl en la que habla de sus éxitos literarios y cuenta el por qué su obsesión por abordar la vida de grandes escritores como Dante, Poe y Dickens.
"Me interesan los autores que se han planteado qué es la modernidad", dice Pearl, que más adelante afirma: "Mi propósito de alguna manera es dar nueva vida a la historia y a los personajes desde una perspectiva no académica". Y así empieza una de las más esperadas novedades literarios de este otoño en España: "Los alcaldes maldecían al alcalde de Boston, y el calor del verano y al gobernador de Massachussets y a los negros libres. Y, por supuesto, maldecían los barcos. Los negros liberados maldecían lo mismo, pero incluían a los irlandeses en sus epítetos".

25 AÑOS SIN TRUMAN CAPOTE....

Se cumple un cuarto de siglo de la muerte del padre de la novela de no ficción
BARBARA CELIS - Nueva York - 25/08/2009

"Sagaz, amable, divertido y extremadamente cariñoso. Pero bajo los efectos del alcohol su agresividad se disparaba, mordía". Así describió el fotógrafo Richard Avedon a uno de sus mejores amigos, el escritor estadounidense Truman Capote, con quien colaboró en el reportaje del que después nacería un libro sin el que es imposible entender la literatura o el periodismo actual, A sangre fría. Hoy se conmemora el 25 aniversario de la muerte de este escritor extremo, polémico y genial que con aquel título abrió las puertas de lo que se llamaría la novela de no ficción, uno de los géneros quizás más exitosos de la actualidad.

Falleció en Los Angeles mientras dormía a los 59 años, víctima de una flebitis y con múltiples sustancias tóxicas en su cuerpo. Fue un final triste para un hombre que había alcanzado fama internacional en 1965 con la publicación de A Sangre fría y que tras aquel triunfo no consiguió volver a escribir practicamente nada relevante en dos décadas.

Antes de la publicación de aquel libro Capote ya era un conocido escritor no excesivamente prolífico pero al que títulos como Desayuno en Tiffanys y múltiples relatos cortos le hicieron ganarse la admiración de sus contemporáneos. Su estilo hizo que autores como Norman Mailer le definieran como "el escritor más perfecto de mi generación".

Además de su talento como escritor, Capote tenía fama de ser un conversador excepcionalmente entretenido, por lo que tanto la intelectualidad neoyorquina como las celebridades más frívolas de la época se lo rifaban para que acudiera a los eventos. Sin duda eran otros tiempos puesto lo que hoy se busca es la compañía de personajes huecos como Lindsay Lohan o Paris Hilton.

Aunque, al igual que esas famosas de la actualidad, Capote también acabó ahogándose en su propio éxito y fue carne de revista rosa que explotó sus debilidades alcohólicas hasta el final.
Según contaba Philipp Seymour Hoffman, quien le interpretó en la oscarizada película Capote hace cuatro años, "era un hombre que no tenía poder sobre sus propios demonios. Pero eso no es una excusa. Hizo cosas que tienen que ser criticadas. Pero tenía algo que le impedía superar sus propias compulsiones y eso acabó con él". Aquel filme se centraba en la historia que rodeó la construcción y publicación de A sangre fría, un libro que originalmente nació como un reportaje de investigación para la revista The New Yorker. El sangriento asesinato de una familia en un paraje de la América profunda fue el punto de partida para una historia que llevó a Capote hasta Holcomb (Kansas), donde su carácter extravagante y su homosexualidad explícita le hicieron en un primer momento, ser rechazado por los habitantes del pueblo.
No obstante, su perseverancia y su encanto personal le ayudaron a ganarse su confianza y así pudo comenzar a escribir una historia entorno al crimen y sus consecuencias en la que incluyó las miradas de los habitantes Holcomb y que dio un giro radical cuando los asesinos fueron arrestados. Ahí fue cuando decidió que el relato podría convertirse en libro. Capote optó por hacerse amigo de uno de los asesinos, Perry Smith, para poder incluir en su libro también su punto de vista y cuando tuvo todo el material listo, se alejó de él y le abandonó a su suerte, esperando con ansiedad a que fuera ejecutado para poder publicar su novela. Esa larga espera de seis años pudo con él, según sus contemporáneos.
Capote había nacido en Nueva Orleans y su infancia estuvo marcada por la soledad. Sus padres se divorciaron cuando apenas tenía cuatro años y fue criado por parientes lejanos hasta que a los 11 años se mudó a Nueva York con su madre y su padrastro, de quien tomó su apellido. Se refugió pronto en la escritura y con veinte años ya estaba publicando sus relatos en revistas como Harper's Bazaar o The Atlantic Monthly. Su primera novela fue Other voices, other rooms, un éxito de crítica que le dio fama instántanea en 1948. Ahí comenzaron sus años de gloria con colaboraciones en Broadway y en Hollywood y otros éxitos sonados como Desayuno en Tiffany's. No obstante fue A sangre fría la novela que puso el broche a una trayectoría que sin embargo, cayó en picado tras aquel libro. Se volvió alcohólico y las noticias sobre sus entradas y salidas de las clínicas de rehabilitación sustituyeron a las relacionadas con su obra, que pasó a ser casi inexistente.
Curiosamente, más de 20 años después de su muerte, se descubrió la existencia de su primera novela, Summer Crossing, nunca publicada, y cuyo manuscrito se creía perdido. Se editó en 2006 y fue muy bien recibida por la crítica.

15 agosto, 2009

LA DOBLE VIDA DE ÈMILE ZOLA....

Hijos
Los hijos de Zola, Denise y Jacques, fueron sus modelos en muchas fotografías. Aparecen sus juegos y paseos, así como retratos caracterizados de diversos personajes
2009-08-13

Familia secreta
Zola tuvo dos hijos con Jeanne Rozerot, Denise y Jacques. El escritor iba a verlos casi a diario en bicicleta. Les hizo cientos de fotos y en muchas aparecía él rodeado de su familia secreta.
2009-08-13

Modelo preferida
Jeanne fue, al principio, su modelo preferida. Zola la retrató con los hombros y brazos desnudos, una pose atrevida para la época
2009-08-13

La amante
El mismo verano se enamoró de la costurera de su esposa, Jeanne Rozerot, de 21 años. Se hicieron amantes. Zola posa junto a ella en una fotografía que deja entrever su intimidad.
2009-08-13

Zola fotógrafo
Émile Zola (París 1840) se aficionó a la fotografía en 1888 y llegó a realizar cerca de 7.000 placas hasta 1902, año de su muerte. Compró una docena de cámaras y montó tres laboratorios para revelar. En la foto, el escritor con su Box 7
2009-08-13

FIETTA JARQUE 15/08/2009

Admirado y odiado, Zola se enfrentó a la sociedad de su época por defender la verdad. Pero llevó una doble vida. Una exposición revela sus pasiones ocultas: la fotografía y una mujer .

Zola era un escritor incómodo. Porque le obsesionaba la verdad. Desde sus primeras novelas hasta Nana o su gran éxito, Germinal (1885), y a lo largo de la veintena de títulos de la saga monumental de los Rougon-Macquard, reveló la parte más cruda de la sociedad francesa, renegando del idealismo romántico y de la hipocresía burguesa.
En sus obras de ficción, muy documentadas, denunció el arribismo, las componendas y la reestructuración social en la Francia de la Segunda República. Él había vivido esos cambios al volver a París siendo joven, junto a su íntimo amigo de la infancia pasada en Aix en Provence, el pintor Paul Cézanne, con quien compartió las miserias de la vida bohemia en el París de los impresionistas cuando éstos eran considerados poco más que unos artistas rebeldes y repudiados. A Zola le fue bien, pese a todo. Su estilo descarnado y el gran proyecto novelístico emprendido, lo señalaron como el padre del naturalismo. Se convirtió en una gloria nacional. Llegó un momento en que el éxito, la fama y la riqueza derivados de sus libros y su publicación en forma de folletín, lo auparon a la posición de la élite intelectual. A la cómoda y tranquila existencia, junto a su esposa Alexandrine Meley, algo mayor que él y compañera leal desde sus inicios.

Hacia 1888 todo parecía rodar suavemente en su vida. El viaje a un balneario en Royen, sobre la costa atlántica, en compañía de su editor Georges Charpentier, el pintor Fernand Desmoulin y Alexandrine, se perfilaba como el de unas vacaciones estivales relajantes e intrascendentes. Pero fue ahí donde su vida se empezó a desdoblar. Por un lado, sus dos compañeros de viaje y el alcalde de la ciudad, Victor Billaud -asiduo visitante a su residencia-, lo iniciaron en la afición por la fotografía. Un pasatiempo que se convirtió rápidamente en una práctica sistemática, una forma de atesorar detalles de la realidad que reflejaba en sus novelas, aunque curiosamente, no la utilizara con fines literarios.

Por el otro, en esos cálidos días de verano este hombre de 48 años, con cerca de cien kilos de peso, se enamoró perdidamente de Jeanne Rozerot, la joven y esbelta costurera de 21 años que acompañaba a su esposa. ¿Cómo sucedió? Quizá, cualquier tarde, cuando estaban a punto de salir, Zola descubrió que llevaba un botón de la chaqueta algo suelto. Y cuando Jeanne se lo cosió, con prisas, y cortó el hilo con sus dientes ahí mismo, sobre su cuerpo, el escritor sintió una punzada que revivió pasiones dormidas durante mucho tiempo. El caso es que él y Jeanne se hicieron amantes y, con el tiempo, tuvieron dos hijos, Denise y Jacques. Con Alexandrine no había tenido descendencia, y el autor de La bestia humana se volcó en su segunda familia con responsabilidad, cariño y dedicación. Como no se admitía el divorcio, siguió llevando una vida oficial junto a Alexandrine y otra secreta junto a Jeanne y sus hijos, a quienes instaló en Verneuil, no muy lejos de su residencia de Médan a orillas del Sena, y veía casi a diario.

La fotografía se convirtió en su forma de legitimar esa existencia. Jeanne fue su musa y su modelo en centenares de placas. La exposición que recoge en Valladolid una selección de 200 fotografías de Émile Zola es muy reveladora. Una de ellas muestra al escritor y Alexandrine, maduros, entrados en carnes, muy rectos, cogidos fríamente de la mano. Luego hay otras de Jeanne joven y esbelta, montando en bicicleta, o cubierta apenas con un paño blanco, con los hombros y los brazos desnudos, o casi de espaldas destacando también la desnudez de sus hombros y su nuca. En otra foto, Zola -con unos 25 kilos menos- y Jeanne se estrechan como en un baile, muy pegados. Unidos. Luego están las fotos de sus hijos. Escenas familiares, comidas al aire libre, paseos, los juegos de los chicos. Más adelante, los niños como modelos al capricho de su padre, disfrazados, posando en distintas actitudes, corriendo por el campo.
Émile Zola llegó a hacer cerca de 7.000 placas desde 1888 hasta su muerte en 1902. Compró los equipos más sofisticados de la época e instaló tres laboratorios para su revelado. Le gustaba trabajar en series, quizá influido por los pintores impresionistas, a quienes defendió desde un principio como crítico de arte, en sus primeros artículos periodísticos. Le interesan los paisajes, tanto los de la ciudad como los del campo. La arquitectura. Los cambios que traen las estaciones. Las personas y sus oficios. Los eventos, como la Exposición Universal de 1900, que documenta con su cámara en sus grandes fases, como la construcción de la torre Eiffel. También deja constancia de sus viajes, a Roma, el exilio en Londres... Porque Zola seguía haciendo fotografías aun durante los dramáticos días del caso Dreyfus.
Uno de los juicios más célebres de la historia donde el escritor tuvo la valentía de denunciar la corrupción y el complot entre los más altos estamentos militares, de resultas de una causa por espionaje que condenó de por vida a un inocente capitán judío a la prisión de la Isla del Diablo. Su histórica carta al presidente de la República, titulada J'accuse, publicada en L'Aurore el 13 de enero de 1898, le valió a él mismo ser juzgado y condenado, viéndose obligado a huir a Londres durante casi un año para continuar sus arengas a favor de la revisión del caso. Al final, la verdad triunfó. Aunque no en la vida personal de Zola. Murió inesperadamente, asfixiado por el monóxido de carbono de una estufa con la chimenea obstruida, el 29 de septiembre de 1902, en París. Al día siguiente se le esperaba para la ceremonia de readmisión de Dreyfus en el ejército. Iban a estrechar sus manos por primera vez.
"La escisión de esta doble vida que he tenido que vivir ha terminado por desesperarme", escribe Zola en una carta. "Jeanne me ha tributado el regio festín de su juventud y devuelto a mis treinta años, haciéndome el hermano mayor de mi Denise y de mi Jacques". Alexandrine se había enterado de la relación con Jeanne a través de una carta anónima y, por más que instó a su marido a dejarla, no lo consiguió. Tras la muerte de Jeanne, algún tiempo después, Alexandrine adoptó a sus dos hijos para que fueran los herederos legales de su padre.

11 agosto, 2009

EL EDITOR DE NERUDA DICE QUE SU ESCRITURA ES "DESFACHATADAMENTE EGOCÈNTRICA"

Hernán Loyola compara al poeta con Cervantes, Dante y Shakespeare
ELPAIS.com - Santander - 11/08/2009

Hernán Loyola, el editor de las Obras Completas de Pablo Neruda (1999-2002), cree que toda la literatura del poeta chileno es "desfachatadamente egocéntrica" porque, a lo largo de toda su obra, el escritor "no hace otra cosa que hablar de sí mismo".
Loyola ha dicho esto en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, donde imparte esta semana el curso Pablo Neruda: de la modernidad a la posmodernidad del siglo XX. "No se limita a mirarse el ombligo o admirarse", aclaró Loyola, sino que "se atraviesa a sí mismo para llegar al otro, al mundo, a las cosas".
El editor afirmó que "la poesía de Neruda es un testimonio, un testigo de la realidad del mundo", que se refleja en su trayectoria, ya que "guía el paso desde el joven poeta anarquista y vanguardista al poeta comprometido con el movimiento internacional comunista". Loyola ofrece en el curso una visión completa del artista, llevada a través de sus diferentes obras, desde Crepusculario a Confieso que he vivido, pasando por Veinte poemas de amor y una canción desesperada o España en el corazón.


Precisamente la obra más conocida del autor, Veinte poemas de amor..., es para Loyola el "bestseller absoluto de la poesía lírica del siglo XX".
Loyola aseguró que Neruda es "comparable sin ningún temor" a Cervantes, Dante o Shakespeare, y a día de hoy no ha nacido alguien comparable a estos autores; sí hay, no obstante, "gérmenes interesantes", afirmó, entre ellos Roberto Bolaño.


El "gran escritor de los nuevos tiempos" será, para Loyola, el que comprenda y transforme "positivamente" el mundo para "retomar el hilo de la esperanza, de la construcción de un mundo vivible, no solo sostenible, para los seres humanos". Porque "pareciera que todo está hecho o que hemos llegado al final del recorrido", dijo Loyola, y afirmó que "la tendencia de muchos jóvenes escritores es criticar el mundo".




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10 agosto, 2009

"FLOTATS: "ES FASCINANTE VER RESPONDER AL PUBLICO ANTE UN TEXTO INTELIGENTE"



El actor y director regresa con 'El encuentro entre Descartes y Pascal joven'
ROSANA TORRES - Madrid - 10/08/2009

El encuentro de Descartes con Pascal joven, uno de los títulos mejor recibidos de la temporada 2008/2009, vuelve a representarse en Madrid (teatro Infanta Isabel) a partir del día 12.

"He sido el primer sorprendido con un éxito tan rotundo"
El montaje cuenta también con Albert Triola en el papel del filósofo Pascal
"Es la consecuencia del gran éxito que tuvimos en el teatro Español, donde no pudimos programar más tiempo nuestra estancia, ya que los teatros públicos tienen cerrada su programación con mucho tiempo, pero mucha gente se quedó en la calle sin poder verlo", señala el director y actor Josep Maria Flotats, quien no menciona que el índice de ocupación que tuvieron alcanzó el 100%.

"Cuando se tiene el privilegio y la fortuna de que el público quiera vernos, nos debemos a él, finalmente es para quien trabajamos", apunta. El hecho es que este montaje, programado en origen en un teatro público, donde se estrenó el pasado mes de enero, ha sido rescatado en la misma ciudad por el teatro privado, algo realmente infrecuente y que la profesión reclama. No sólo con coproducciones o producciones privadas, sino también con los espectáculos que emanan de los presupuestos del erario público y que muchas veces hay que despedir para siempre cuando aún existen espectadores con ganas de verlo y posibilidades de explotación.
Para Flotats este espectáculo supone su segunda incursión en un texto de Jean-Claude Brisville (1922), un dramaturgo francés, reconocido como editor y cuyo teatro siempre tiene como base un fondo dramático ocupado por personajes de la historia, la literatura y el pensamiento. En los dos montajes que Flotats ha producido, dirigido y protagonizado de este autor, el argumento partía de encuentros y confrontaciones de los que históricamente no se sabía nada, aunque se produjeron.

Primero fueron Talleyrand y Fouché en La cena. Allí se desgranaba la relación del "vicio apoyado en el brazo del crimen". Ahora son Descartes y Pascal, los dos filósofos más importantes de su siglo. Se sabe que sólo estuvieron juntos una vez, pero nunca trascendió nada de aquel encuentro porque ambos guardaron un misterioso silencio que tres siglos después ha tratado de desvelar Brisville.

"Entre ambas obras el paralelismo es grande, se parte de un hecho real, que Brisville imagina y recrea maravillosamente", señala el actor quien aclara otros aspectos de estas obras. "En La cena hay un diálogo en primer grado en el que se trata del intercambio de cromos entre dos políticos para mantenerse en el poder. Un juego divertido, ácido, feroz, contundente y muy contemporáneo; mientras que en El encuentro..., aunque también hablan de política, Descartes y Pascal no quieren el poder, son dos intelectuales preocupados por su siglo y lo que pasaba en torno a la ética, la moral, la cultura, la Iglesia, los poderes, la monarquía, la reforma y contrarreforma. Es un texto austero, con un alto nivel de lenguaje, al tiempo que sencillo y entretenido; un diálogo que hace que la gente se identifique en diferentes momentos con uno y con otro; hay muchas posibles lecturas y además no está exento de humor, de hecho, las réplicas que hay entre ellos están plagadas de ironías e incluso socarronerías", comenta Flotats, quien tuvo como partenaire en La cena a Carmelo Gómez y ahora a Albert Triola. "Hace un Pascal magnífico y es un compañero excepcional", afirma.

El título de la obra provocó reticencias entre ciertos espectadores que viven el teatro como una fuente de diversión superficial. "Puede asustar a algunos espectadores. De hecho, yo esperaba que el montaje sería paladeado por un público minoritario, algo así como pasa con la música de cámara y la música sinfónica. Fui el primer sorprendido, no esperaba el éxito extraordinario que ha tenido; la gente que piensa que no va a entenderlo se equivoca".

Flotats no oculta que el interés suscitado le encanta. "En momentos de horas bajas uno tiende a pensar que la vulgaridad se está instalando por muchos ámbitos, que la tontería es aplaudida y está en su cima más alta, que el público se conforma con la baja calidad, pero de repente ver cómo los espectadores reaccionan así ante un texto inteligente de alto nivel es realmente satisfactorio", y añade: "Además hemos contado con un traductor que ha mantenido ese lenguaje culto, al tiempo que lo ha hecho magistralmente accesible a todos". Flotats se muestra encantado de que guste, interesa y cautive un teatro sin palabras soeces, sin destapes, ni músicas bailables.
A lo largo de su larga trayectoria Flotats ha trabajado para grandes teatros europeos y llegó a ser primer actor de la Comédie-Française en París. Pero tras su vuelta a España ha tratado de dar a conocer, tanto en el Teatro Poliorama como en el Teatro Nacional de Cataluña, que fundó, títulos poco o nada convencionales. Tras instalarse en Madrid la década pasada y montar aquí su propia productora ha seguido con la misma tónica y se ha arriesgado con obras difíciles, como París 1940 o estos dos textos de Brisville. Incluso se puede decir que el riesgo también existió con Arte, de Yasmina Reza, de la que no se sabía nada en España y que Flotats convirtió en uno de los acontecimientos teatrales más importantes de las últimas décadas.

"Dentro de mis planteamientos siempre está servir los textos que me entusiasman y me enamoran y que yo mismo querría ver encima de un escenario. Pongo en pie obras que considero de gran valor y no me pregunto si van a gustar o no. Por encima de eso está el placer y la libertad de comunicar los textos que me conmueven". El director añade que no quiere prescindir del placer de interpretarlos y comprobar si gustan o no: "Pero no hay intención de buscar originalidad ni acercarme a un teatro minoritario; únicamente pongo por delante que me gusten".
Después de convivir tanto tiempo dentro del pellejo de Descartes es inevitable preguntar cómo se lleva con él. "Si estuviera en el diván de mi psicoanalista, le confesaría que años atrás tenía algo de pascaliano. Me atraía esa actitud de que todo es blanco o negro, pero los años, además de arrugas, dan templanza y ahora soy más cartesiano, pero estoy contento porque el acercamiento es habiendo sido antes pascaliano... Todos hemos sido adolescentes".
El montaje es posible que permanezca algunos meses en cartel y que haya una nueva gira con él en 2010. En el horizonte Flotats tiene proyectos que no hay manera que comente. Lo que sí acaricia es la idea de montar la versión castellana de su espectáculo Stalin, basado en una novela del francés Marc Dugain. "Pero aún tiene que pasar un tiempo para olvidar la memoria y la mecanización en catalán para abordarlo en castellano".

05 agosto, 2009

MARIE CURIE Y SU TIEMPO.....

Escrito por: Álvaro Martínez Majado
5 de Agosto del 2009

Como cualquiera que repase un manual de Historia de la Ciencia podrá comprobar, el número de mujeres consideradas merecedoras del honor de ser incluidas suele ser más bien escaso. Una de las que, sin embargo, consigue a menudo aparecer, es Marie Curie. Solo con eso, uno ya puede hacerse a la idea de la trascendencia de sus aportaciones
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En el catálogo de novedades de la Editorial Crítica figura Marie Curie y su tiempo, de José Manuel Sánchez Ron, un libro que repasa la figura de la célebre científica. Debe tratarse de que vuelve a estar a disposición (desde 04/06/2009) porque la misma ficha del libro (de la web de la editorial) que establece tal fecha dice también que se trata de la primera edición, y está fechada en el año 2000.
Su inclusión en tal catálogo, de cualquier modo, sirve de excusa para acercarse a este título.
Marie Curie, foto de la Smithsonian Institution.
Su autor es físico y un reconocido estudioso de la Historia de la Ciencia. Ha dirigido varias colecciones sobre ciencia y filosofía, como Clásicos de la Ciencia del Círculo de Lectores o los Clásicos del Pensamiento del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Es además es catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de la Real Academia Española, académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de la Académie Internationale d’Histoire des Sciences de París.
Además de la tarea obligada, dado el personaje tratado, de explicar sus aportaciones a la ciencia, Sánchez Ron procura «tomar en consideración también su idealismo, coraje, firmeza y, por supuesto, su condición de mujer», para trazar con más datos una aproximación a su contexto social y científico.

Se trata, de hecho, de algo muy acorde al modo habitual de proceder de este autor. En ocasión de su toma de posesión como miembro de la Real Academia Española, José Manuel Sánchez Ron firmó una tribuna en el diario El País, en la que entre otras cosas, dejó claro lo siguiente: «Mi intención es situar a la ciencia dentro de la vida, en la historia, no “de la ciencia”, sino en la historia a secas.»
En este sentido, cabe remarcar que el «y su tiempo» de Marie Curie y su tiempo no es casual. Y es que en el libro se trata de exponer también qué sucedía en el panorama científico, sobre todo concretamente el de la física y la química, que tenían ante sí los coetáneos de Marie Curie. El objetivo es abrir la perspectiva, conseguir un retrato mucho más amplio que si estuviera solo limitado al personaje que se destaca en el título, que no obstante sirve para articular la obra y por ello se le dedica una atención especial.