El ruiseñor, en su preciosa jaula de hierro, que pintada de blanco parecìa un capullo de encajes, plàcidamente se columpiaba silencioso.
-Tengo que decirte algo muy serio Machito,- y por què tanto misterio? anda y dilo, no hay problema. Hablaban en la cama.
-No es sobre el bebè tuyo que llevo dentro, formàndose, desde hace cinco meses, es algo màs serio aun.
El ruiseñor dejò de mecerse en el columpillo de la jaula y saltò a picotear el aspiste puesto en un recipientico plàstico.
¿Màs serio aùn?...¿Què cosa màs seria puede haber, Gracita de mi corazòn, que ese hijo mio y fuera de mi matrimonio que vas a parir dentro de poco?
-Si lo hay,-dime, puès ¿què? Me pones nervioso.
En eso, el ruiseñor se percataba, que en medio del alpiste hay algunas pulgas y crucetean algunas hormiguitas, rodeàndole el alpiste, y teniendo que desechar las pulgas y homiguitas.
-Mira Machito, no podemos vernos màs, decirte eso, y en estas circunstancias, no sabes la angustia que me provoca, pero, no va a hacer posible otro encuentro.
-Te estas volviendo loca, ¿què ha pasado? Te he jurado y requete jurado que jamàs abandonarè al niño ni a ti. ¿En estas relaciones no te he dado acaso suficiente muestras de que te quiero, pero lo del divorcio no es posible y tenemos que seguir asì hasta sabe Dios cuando.
El ruiseñor cansado de seleccionar granitos de alpiste dentre de unas cuantas hormiguitas y pulgas dejò de picotear, bebiò unos sorbitos de agua y alzò su breve vuelo al columpio.
-Machito por Dios, se comprensivo. No quiero ser por mas tiempo la intrusa y la destructora de tu matrimonio legal, tus hijos ya jòvenes y tu buena mujer enferma, creèmelo no podemos seguir ya màs.
Podràs ver al niño cuantas veces te plazca, pero juntos tù y yo, en la cama de nuevo, nunca màs.
El ruiseñor comenzò, mientras se balanceaba, otra vez, en el columpio a cantar con un timbre y frescura celestial.
-Pero a què viene ahora esto, tan inesperadamente? Dìmelo por Dios Santo; ¡Gracita!
Tu mujer llamò anoche. Hablamos como hablan dos mujeres enamoradas del mismo hombre, y comprendì que ella tenìa razòn.
El ruiseñor siguiò cantando ausente a la tragedia. Abajo las pulgas y hormigas se disputaban el aspiste.
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ResponderEliminarque sorprendente la desicion de gracita al ceder, no siempre se da.. muy bueno!
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