Los arrozales antes de florecer son verdaderamente bellos. Un verde precioso que le gana a la esmeralda se extiende hasta el infinito, y bajo el azul de cielo, enorme.
Es uno de los sembradìos màs dados a consolar, tan flamantes por arriba y tan anegados en lodo por abajo.
Entre los muchos recuerdos de la infancia prevalece el sembradìo de la esperanza.
Prevalece ese sembradìo por la intensidad con que se han acunado sus semillas en nuestros espìritus.
Recordamos con verdadera fruiciòn los cuentos infantiles que oìamos arrellenada en el regazo de nuestra madre. Era el sembradiò de la ilusiòn. Tan luminoso y tan anegado como los arrozales.
Sòlo que entonces lo del lodazal no lo sabìa uno.
Aquellas eran historias de una simplicidad transparente, de un absurdo fabuloso, y de un colorido indescriptible.
Se las hacìa repetir un dìa, y otro, y otro. Nos las sabìamos de memorìa, y siempre contadas por nuestra madre, nos parecìan nuevas.
El cuento del ogro tarambana que secuestraba niños para comèrselos sin contar con la habilidad y la valentìa de pulgarcito que lo vencìa.
El otro tan famoso y uviversal de Caperucita Roja, a quien el lobo feroz le comiò su abuelita pero vino oportunamente el cazador del borque y justo cuando se iba a comer a Caperucita, la portege y mata al lobo malo.
Habìa uno que se nos hacìa desgarrador, el del Rey Midas que por su gran avaricia no podrìa comer, ni dormir, ni oler las flores porque desde que èl las tocaba se volvian oro. Lo màs terrible fue que su propia hija a la que fue a acariciar se le volviò oro, una estatua tiesa y fria de oro.
Y que de decir de la famosa Cenicienta....
En esos, y muchos otros, prevalece el bien sobre el mal. Se ha sembrado la ilusiòn. Prevalece, identificado con el bien, lo bello; identificado con el mal, lo feo. Es sembradiò de ilusiones.
El lobo era feo y con unos dientes atroces.
Caperucita en cambio era bella y su boquita linda como una flor, ilusion y fantasìa de manos.
¿Quièn se atreve a meterle el diente a la vida a palo seco?...Nadie.
Aquellos cuentos infantiles contados por nuestra madre y todas las madres del mundo a sus hijos pequeños, sin saberlo casi nunca ellas, son la primera gran lecciòn.
Posteriormente la vida nos empuja a ese refugio del sobrevivir.
La encontraremos en todas las manifestaciones de la vida, y, aunque la reconozcamos y sepamos que no es verdad nos asiremos a ella, como el cojo a su bastòn.
El quehacer impiadoso de la vida necesita un poco de compasiòn.
Asì como el cuerpo se resiste alimentarse y a curarse, si ese alimento y esa medicina no vienen sazonados y dulcificados, el espìritu se resiste a seguir viviendo si no acaricia siempre una ilusiòn...Si no estrecha contra su pecho una esperanza.
Es precisamente el quid de la propaganda polìtica, de la promociòn comercial, del amor, de la salud, del trabajo, de la investigaciòn cientìfica...de todo.
Es lo que el pueblo dominicano ha cultivado desde 1844. Sin conseguirlo. La noble ilusiòn de una comunidad nacional pròspera. Equitativa.
Esa ilusiòn que hay que cultivar contra viento y marea.
El nàufrago se agarra en medio de la borrasca hasta de un palito de fòsforo. Ilusiòn y esperanza en funciòn de sobrevivir.
Todos los sueños màs hermosos e irrealizables del mundo no valen ni un solo minuto de la vida de un hombre, y pensar que en muchisìmo menos de un minuto la vida se apaga, aferrarse a la ilusiòn puès....
Nuestras calles estàn llenas de buscadores de basura. Urgan en los montones de basura y la debidamente empaquetada para botar. Meten sus manos y olisquean desechos. Podredumbre a veces. Es increible y, ni es cosa nueva, ni es por gusto. Es por ilusion....
Me encantó el párrafo final.
ResponderEliminarHermosa descripción del arrozal, el lodazal debajo y el verde hermosa arriba. Eso podría compararlo con la idea que se le vende al turista, a quien se le vende un paraíso, mostrándole unas bellas instalaciones turísticas y ocultando lo más que se pueda el lodazal que cubre nuestra gente necesitada.
Te cuidas, mantengamos la ilusión.