27 enero, 2009

UNA CARTA DE AMOR...

Una carta de las que se cruzaron Adolfo Bioy Casares y Elena Garro. Profundiza sobre el tema, y lee en la misma nota curiosidades sobre el arte de comunicarse por escrito.

Mi querida, aquí estoy recorriendo desorientado las tristes galerías d el barco y no volví a Víctor Hugo. Sin embargo, te quiero más que a nadie... Desconsolado canto, fuera de tono, Juan Charrasqueado (pensando que no merezco esa letra, que no soy buen gallo, ni siquiera parrandero y jugador) y visito de vez en vez tu fotografía y tu firma en el pasaporte.

Extraño las tardes de Víctor Hugo, el té de las seis y con adoración a Helena. Has poblado tanto mi vida en estos tiempos que si cierro los ojos y no pienso en nada aparecen tu imagen y tu voz. Ayer, cuando me dormía, así te vi y te oí de pronto: desperté sobresaltado y quedé muy acongojado, pensando en ti con mucha ternura y también en mí y en cómo vamos perdiendo todo.

Te digo esto y en seguida me asusto: en los últimos días estuviste no solamente muy tierna conmigo sino también benévola e indulgente, pero no debo irritarte con melancolía; de todos modos cuando abra el sobre de tu carta (espero, por favor que me escribas) temblaré un poco.

Ojalá que no me escribas diciéndome que todo se acabó y que es inútil seguir la correspondencia... Tú sabes que hay muchas cosas que no hicimos y que nos gustaría hacer juntos. Además, recuerda lo bien que nos entendemos cuando estamos juntos... recuerda cómo nos hemos divertido, cómo nos queremos. Y si a veces me pongo un poco sentimental, no te enojes demasiado...

Me gustaría ser más inteligente o más certero, escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy desdichado de no encontrarnos en el futuro. Te beso, mi amor, te pido perdón por mis necedades.

18 enero, 2009

EL RELOJ DE ARENA....

Hace poco le preguntaron a Umberto Eco qué pensaba sobre esta etapa avanzada de su vida y él, sin complejos, hizo algunos comentarios sobre cosas tales como la sensación de que los tiempos se han acelerado de un modo que se le aparece vertiginoso. Tiene la impresión de que todo lo que existe será obsoleto dentro de muy poco, de que hay una velocidad en los procesos de tal ímpetu que quizá la psicología humana no logrará adaptarse. Un ejemplo que advierte en su profesión docente es que en ninguna bibliografía científica se citan ya libros que tengan más de cinco años. Los que fueron publicados antes casi no cuentan. Hay muchas otras complejidades. Ahora la gente tiene en internet toda la información que desee pero en general no sabe bien cuál es buena y cuál no lo es, cuál merece crédito y cuál es deficiente o falsa. Muy pronto la misma internet será un sistema obsoleto, como lo han sido docenas de artefactos que tuvieron su época y sobre los que se abalanzaron muchedumbres. Hasta los celulares evolucionan, cambian y se transforman como el mitológico Proteo, multiforme deidad de los antiguos griegos.

Y hay en todo esto una consecuencia grave: la velocidad de las cosas y de los sucesos provocará el deterioro de la memoria. Las generaciones jóvenes, que ya no leen libros ni diarios y se comunican a través de SMS, la tienen cada vez más pobre. Evoca que ya en 1960 alguien le preguntó a un escolar francés si recordaba el nombre de un personaje extranjero que había marcado a fuego su país veinte años antes y cuando, ante su silencio, se lo aclararon él musitó: "¿Hitler...? Connais pas" (No lo conozco). La superabundancia de información se traduce en pérdida de memoria; difícilmente en ganancia de conocimiento. Uno de los problemas contemporáneos es que, ante la catarata de datos irrelevantes a que accedemos, nos enfrentamos con la dificultad de seleccionarlos. Se pierde la memoria, no sólo la histórica, y ello es muy, pero muy serio, dado que la memoria es propiamente nuestra identidad, nuestra alma. Parece que marchamos hacia una humanidad de zombies, concluye el semiólogo italiano con amargura.

Hay un libro publicado por un especialista holandés que repasa casi todo lo que se sabe sobre la memoria -un saber evidentemente insatisfactorio a pesar de los esfuerzos de físicos, biólogos, psicólogos y psiquiatras- y cuyo título señala un problema interesante, específico de esta facultad de la mente humana: "Por qué la vida parece acelerarse cuando envejecemos: cómo la memoria configura nuestro pasado". En su último capítulo el libro analiza la sensación subjetiva de que la vida comienza a pasar muy rápido y con un ritmo creciente a medida que uno envejece. En nuestra juventud nos sentíamos impacientes por salir a las cosas del mundo y el tiempo parecía desesperadamente lento en relación con nuestras ansias. Inversamente, cuando nos aproximamos al ocaso el proceso cambia: la gente mayor, aunque quiere extender cuanto sea posible su existencia, se angustia ante el percibir que el pasaje de los días se hace cada vez más acelerado y el tiempo, cada vez más breve. En el otoño de las vidas no sólo los días, los meses y los años parece que vuelan. Los propios diálogos entre camaradas o matrimonios maduros se convierten en un obstinado retorno a evocaciones melancólicas de amigos y familiares que se fueron (como en el verso de Borges: "¿Dónde estarán? Pregunta la elegía/de quienes ya no son, como si hubiera/una región en que el Ayer pudiera/ser el Hoy, el Aún y el Todavía"). O, en todo caso, hitos de distintos tipos, personales o públicos -pensemos en la rememoración reciente de avatares políticos en los 25 años de democracia del país- que se les presentan como si fueran de hace poco y ocurrieron sin embargo un largo tiempo atrás. "Parece que fue ayer...".

Hay varias explicaciones propuestas para este fenómeno bien conocido que es la sensación subjetiva de una aceleración existencial y al cual, por otra parte, en estos tiempos algunos aprecian no exclusivo de los que envejecen. Unas intentan ser serias y otras resultan fantásticas (un ejemplo es la llamada "Resonancia Schumann", que lo adjudica a un fenómeno de perturbación del campo magnético del planeta que influye sobre nuestros ritmos mentales) pero nadie ha podido llegar a una que sea científicamente satisfactoria. El aludido psicólogo holandés no encuentra otro recurso que acudir a una cita ajena para clausurar de otro modo, literariamente, su inquietud. Se trata de la metáfora propuesta por un filósofo que tuvo larga vida -el alemán Ernst Jünger (1895-1998)- y que expresa: "En los relojes de vidrio los granos de arena se deslizan suavemente frotándose entre sí hasta que finalmente, puliendo la garganta y haciéndola más ancha todo el tiempo, fluyen casi sin fricción de un bulbo al otro. Cuanto más viejo el reloj de arena, más rápidamente corren los granos. Sin darnos cuenta, ese reloj mide horas cada vez más cortas".Las metáforas suelen ser fáciles; las explicaciones, no tanto.
HÉCTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía

¿..."ESTO ES LO QUE OCURRE CUANDO EL HOMBRE DECIDE QUE DIOS A MUERTO"?...



Hace algo más de un mes (9 de octubre de 2008), el semanario católico de información “Alfa y Omega”, que distribuye ABC en sus páginas, publicaba un reportaje bajo el título de “Ideologías letales... esto es lo que ocurre cuando el hombre decide que Dios ha muerto”. Ilustrando esta declaración de intenciones, el semanario católico incluía una fotografía (en la portada, que aquí podéis ver) en la que podía verse a un buen grupo de judíos hacinados en un barracón de, suponemos, alguno de los campos de concentración en los que los nazis encerraron, torturaron y mataron a más de 6 millones de personas. Es decir, la fotografía (con toda su crudeza: hombres completamente desnutridos, esqueletos vivientes, con los pómulos marcados, las mejillas hundidas, los ojos enormes y la cabeza rapada) como consecuencia del titular.En este reportaje se intenta explicar a los lectores que desde la llegada de la Ilustración (que prima la razón humana sobre cualquier otra doctrina religiosa) hace aproximadamente tres siglos, muchos han sido los hombres que, por “prescindir” de Dios (y creyéndose Él, en consecuencia, como si por fuerza debiera existir uno), han llevado a cabo genocidios. Así dice la entradilla: “Maximiliano Robespierre nació hace 250 años. El hombre que dijo amar la libertad e intentar crear una sociedad justa de ciudadanos fue el responsable del primer genocidio moderno. Le siguieron muchos otros, con el denominador común, siempre, del intento de prescindir de Dios, en nombre de alguna ideología”.
¿No es increíble asegurar tal cosa en el siglo XXI? O sea que, Hitler, Mussolini, Stalin, Franco... todos ellos llevaron a cabo miles de atrocidades por el simple hecho de haberse alejado del Señor. Aunque, realmente, no lo parecía. Recuérdense los continuos “Por Dios y la Patria” del caudillo de España. ¿No tendría que ver más con la catadura moral y la naturaleza despótica y terrible de dichas personas, independientemente de que creyeran o no en algún dios?
De hecho, sólo basta mirar un poco alrededor para saber que hay católicos, musulmanes, budistas, sionistas o protestantes de una ética realmente despreciable.

Al igual que los hay verdaderamente admirables. Obvio. Lo sé. Pero parece que el redactor de este reportaje, José Luis Orella, no lo tiene tan claro. Según él, todo alejamiento de la Iglesia por parte del Estado (asumiendo, por ejemplo, la educación, en manos de los religiosos desde hace siglos), sólo ha traído desgracias para el pueblo. Y pone, incluso, el siguiente ejemplo: “La instauración de la Segunda República y esencialmente la labor emprendida por Manuel Azaña fue la que más hizo por asemejar España al modelo francés anticatólico, causando de modo gratuito el ambiente de radicalidad que desembocaría en una guerra civil, como la sufrida en el siglo anterior por los franceses”.O sea, que yo lo entienda, ¿Franco entró en España –un estado democrático donde el pueblo elegía a sus representantes- porque el gobierno de aquella época se acercaba al modelo anticatólico francés? ¿El “bueno” de Franco no tuvo más remedio que iniciar un golpe de Estado y una guerra por el “ambiente de radicalidad anticatólico” de la II República? ¿Fue ésta una guerra contra los herejes españoles? Pues yo, la verdad, no lo entiendo.Sin embargo, me gustaría saber qué opina el señor Orella sobre la Inquisición, la Cruzadas o, sin ir más lejos, la actitud de Pío XII, quien mantuvo un total silencio y “neutralidad” ante el avance del nazismo y sus crímenes espantosos. Uno de los hechos documentados fue la deportación de judíos romanos en octubre de 1943. Camiones de las SS entraron al viejo gueto de Roma para concentrar a más de 1.000 hombres, mujeres y niños, en el Collegio Millitare, para luego embarcarlos en trenes hacia el norte. Pío XII rápidamente tuvo noticias del operativo, y hubo muchas presiones para que el Papa denunciara la deportación. Pero qué pasó... que Pío XII guardó silencio. A medida que se acercaba la caída del nazismo se acrecentaron los reclamos, incluso dentro de la misma Iglesia Católica, sobre la complicidad de este Papa con el Tercer Reich.

¿Actuaron todas estas personas e instituciones (Inquisición, Cruzadas, Pio XII, etc.) en nombre de Dios y bajo la dirección de la misma Iglesia, o, por el contario, no son más que acontecimientos históricos que hay que entender en su contexto? ¿Dejaron todos estos hombres de creer en Dios, a pesar de que actuaban en su nombre? O peor aún, ¿hicieron todo eso por Él, pensando que así ennoblecían su doctrina y hacían de éste un mundo mejor, a imagen y semejanza de Dios?¿Qué opina Alfa y Omega de imágenes como esta? ¿Aquí Dios no tuvo nada que ver?
Publicado por :
a las 20:14

13 enero, 2009

EL UNIVERSO ELEGANTE

Palabras de Brian Green

INVESTIGACIÓN: Mi área de investigación es superstring teoría, una teoría que pretende dar una teoría cuántica de la gravedad, así como una teoría unificada de todas las fuerzas y toda la materia. Como tal, superstring teoría tiene el potencial para realizar la larga Einstein trató de un solo sueño, que abarque todos, la teoría del universo. Una de las extrañas características de la teoría superstring es que requiere el universo que tiene más de tres dimensiones espaciales. Gran parte de mi investigación se ha centrado en las consecuencias físicas y propiedades matemáticas de estas dimensiones adicionales --- estudios que, en conjunto, ir bajo el epígrafe "geometría cuántica".
Geometría cuántica difiere sustancial en la forma clásica de la geometría subyacente general de la relatividad. Por ejemplo, el cambio de topología (el "lagrimeo" de espacio) es una buena característica de la geometría cuántica, aunque, desde una perspectiva clásica, se trata de singularidades. Como otro ejemplo, dos diferentes geometrías clásicas espacio puede dar lugar a consecuencias físicas idénticas, una vez más en contradicción con las conclusiones sobre la base de la relatividad general clásica. Superstring teoría es más pertinente en virtud de las condiciones físicas extremas, como las que existían en el momento del Big Bang.
Recientemente, hemos formado un nuevo instituto en la Columbia llamado ISCAP (Institute for Strings, cosmología y física de astropartículas) dedicado a la comprensión de la interfaz de superstring la teoría y la cosmología. Un objetivo primordial de ISCAP es la búsqueda de firmas sutil de la teoría de las cuerdas que pueden ser impresas en la precisión cosmológica datos que se recogerán a través de una variedad de experimentos en la próxima década.

">>">

">

">

">


CRITERIO DE LA VERDAD....




La verdad es difìcil de definir por ser un algo abstracto. San Agustìn decía; "verum est quod est (la verdad es lo que es"). Los escolàsticos la definen adaecuario intellectus et rei. (conformidad del intelecto en la cosa). Para Ortega, dice: " La verdad, por lo pronto, es coincidencia entre el hallar una cosa y la cosa misma de que se habla. La evidencia- agrega- no tiene nada que ver con los sentimental, es casi lo contrario que el sentimiento, el cual por su naturaleza misma es ciego, no por enfermedad, sino por naturaleza".

Para Kant "la verdad es una exigencia puramente subjetiva, una ley de nuestro pensar, que nada nos dice de la realidad en sì". Esto va en contra del sentir comùn. No se niega que la verdad sea algo subjetivo, se niega que sòlo sea subjetiva; elaboraciòn caprichosa de la mente nada más.

Balmes divide la verdad en real e ideal. "Las verdades reales corresponden al mundo real; las verdades ideales, al mundo lògico, el de la posibilidad. Verdades reales son los hechos; verdades ideales, al enlace de los conceptos o ideas." No es posible, agrega, pensar en un algo que no existe, el pensar en algo lleva implìcito su existencia, la verdad no es creaciòn, la verdad se descubre. "Es un algo subsistente, que trasciende a nosotros; tiene alguna entidad que preexiste a la mente humana".

Si la verdad es la realidad de las cosas y las cosas son varias, varias han de ser las verdades, y la diferencia de verdades exige variedad de medios para lograrlas. Naturalmente que la verdad en sì no puede ser màs que una; la verdad absoluta, de la que se derivan las verdades relativas, es distinta, y son varias: verdad moral, fìsica, matemàtica, metafìsica, necesaria o absoluta y valores. Por otra parte, las cosas no se alteran al descubrirlas, son lo que son pese al juicio que obtengamos de ellas; ni el sujeto se modifica ni el objeto sufre alteraciòn, solamente se requiere un nuevo conocimiento.

09 enero, 2009

DIOS SE PUEDE ENCONTRAR EN UN LABORATORIO

Entrevista a Francis Collins

Desentrañar los misterios de la naturaleza aumenta el sentimiento de sobrecogimiento.

Los humanos hemos comenzado la batalla entre ciencia y fe, y nos corresponde acabarla, declara el director del Proyecto Genoma Humano y del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, Francis Collins, en la siguiente entrevista. Añade que se puede encontrar a Dios en el laboratorio de igual forma que en una catedral y que desentrañar los misterios de la naturaleza aumenta el sentimiento de sobrecogimiento, más que eliminarlo.
Considera que la fe es una forma de comprender los misterios profundos que la ciencia es incapaz de resolver y que el Diseño Inteligente, una alternativa al darwinismo atractiva para muchos cristianos, es científicamente defectuosa en cosas fundamentales. Por último concluye que una teología que acepte la evolución como parte del plan para la Creación de Dios, puede ser respaldada por creyentes serios que no teman la búsqueda de la verdad. Entrevista realizada por Jon M. Sweeney.

Francis S. Collins es autor del libro The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief(2007), así como uno de los científicos actuales más respetados, y un reconocido creyente de la fe cristiana. En 2001 fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica.

Usted es director del Proyecto Genoma Humano, pero parece que ha ganado una cierta notoriedad bajo el título del “científico que cree en Dios”. ¿Se siente “llamado” a representar ese papel, en este momento de la historia?
Yo no diría tanto, dado que la expresión “ser llamado” implica algún tipo de “misión” especial encargada por Dios, y sólo Dios conoce cuáles son nuestras misiones. Ciertamente, he tenido la fortuna de que se me pidiera liderar una empresa científica de importancia histórica, el Proyecto Genoma Humano, y este hecho aún hoy me maravilla. Uno de los objetivos del proyecto ha sido considerar las implicaciones éticas, legales y sociales de los rápidos avances en la investigación genética. Dado que la mayoría de los americanos son creyentes, ha resultado natural incluir algunas reflexiones teológicas en dichas consideraciones, y mi propia divagación sobre ciencia y fe podría ser considerada como parte de ese esfuerzo. Muchos científicos, como yo, creen en Dios, pero en general hemos estado más bien callados acerca de nuestras creencias. Sin embargo, creo que vivimos un momento crítico, especialmente en los Estados Unidos, frente a la decisión de cómo buscar verdad y sentido a nuestra vida ante el siglo XXI. Evidentemente, necesitaremos a la ciencia para que nos ayude a resolver muchos de nuestros problemas (enfermedades, sistemas de comunicación, cuidado del planeta). Pero una aproximación puramente materialista, desprovista del aspecto espiritual de la humanidad, nos empobrecerá. Después de todo, han existido ya en la historia intentos de este tipo que resultaron devastadores, como la Rusia comunista. Los humanos hemos comenzado la batalla entre ciencia y fe, y nos corresponde acabarla. Si puedo contribuir de alguna manera a redescubrir la armonía entre ambas, entonces me sentiré verdaderamente bendecido.

Usted ha dicho que el ADN es “la lengua de Dios”. ¿Lo dice literalmente o en sentido metafórico?
Un poco en ambos sentidos. Creo que el universo fue creado por Dios con la intención concreta de dar lugar a vida inteligente. Dado que en el ADN se encuentra la información molecular de todas las cosas vivas, se puede entender éste como el “Logos” que Dios ha usado para dar vida a los seres. No me entienda mal, es evidente que el proceso de la evolución por selección natural durante cientos de millones de años es el “cómo” que explica la maravillosa diversidad de la vida. Pero este cómo no contesta a la pregunta de “¿por qué?”. Creo que Dios es la respuesta a esa pregunta.

Como científico, usted ha probado sus suposiciones y creencias. Pero, como cristiano, usted ha dicho que ha dado “un salto de fe”. ¿Por qué estos dos caminos diferentes?
Quizá no sean tan distintos. Tanto ciencia como fe son formas de buscar la verdad. La ciencia la busca observando como funciona el mundo natural, y la fe busca respuestas a cuestiones más profundas, como ¿por qué hay algo hay en lugar de nada? o ¿cuál es el sentido de la vida? o ¿existe Dios? Todo requiere un cierto elemento de fe, no se puede ser científico si no se tiene fe en el hecho de que existe un orden en la Naturaleza y que ésta se comportará de una manera reproducible y predecible. Pero esto no constituye una prueba –aparentemente Dios tenía la intención de dejarnos tomar esta decisión. Quizá un salto de fe como éste suene arrebatado a un materialista convencido pero, ¿puede usted demostrar la belleza o el amor?

En un comentario que escribió recientemente para CNN.com, mencionó que el “40 por ciento de los científicos en activo se reconocen creyentes”.
Este número me parece un poco sorprendente. ¿Es eso cierto? ¿Están muchos de ellos “en el armario”? Una famosa encuesta realizada en 1917, y de nuevo en 1997, documentó este porcentaje acerca de las creencias de los científicos. Mucha gente se quedó sorprendida por esta estadística, y también por el hecho de que el número no hubiese cambiado durante el siglo XX.

¿Por qué no se escucha más sobre esos científicos creyentes?
Existe un tabú acerca de la discusión de temas de fe en los círculos científicos, y los científicos creyentes a menudo temen que sus colegas les vean como menos rigurosos intelectualmente si reconocen que creen en Dios.

¿Cómo cultiva usted su vida espiritual?
¿Diariamente, semanalmente? Trato de no hacer divisiones. Intento dedicar tiempo a la oración por la mañana, cuando el resto del mundo aún está en silencio. Pero también trato de mantener mi lado espiritual despierto y alerta durante el día. Tengo una Biblia en mi mesa de trabajo. Pero, para ser honesto, no soy modélico en este aspecto. A menudo me doy cuenta de que, al final del día, las inevitables urgencias cotidianas pueden con mis intenciones de ser más equilibrado. Y normalmente tampoco soy un practicante regular. Sería por tanto más justo decir que aún intento profundizar en mi relación con Dios, y que ésta es una tarea para toda la vida.

Volviendo al comentario que usted escribió para la CNN, me encanta su frase final: “A través de la investigación de la majestuosa e impresionante obra de Dios, la ciencia puede realmente ser un medio de culto”. Me pregunto si esto quiere decir que su trabajo científico, en sí mismo, alimenta su vida espiritual…
Completamente. Como científico que además es creyente, descubro en la exploración de la naturaleza una vía de comprensión de la mente de Dios. Se puede encontrar a Dios en el laboratorio, de igual forma que en una catedral.

Usted es un científico al que claramente le interesan los misterios (una palabra que he comprobado que usa a menudo) del mundo físico. ¿No dirían muchos de sus colegas de la comunidad científica que el propósito de la ciencia es eliminar el misterio tanto como sea posible?
¡Por supuesto! Pero siempre quedan más cosas por explorar. Y, según mi experiencia, desentrañar los misterios de la naturaleza aumenta el sentimiento de sobrecogimiento, más que eliminarlo. La fe es además una forma de intentar comprender los misterios profundos que la ciencia es incapaz de resolver, por ejemplo, el sentido de la vida.

¿Cree usted que resulta significativo que su libro, The Language of God, haya recibido el premio Libro del Año sobre Evangelismo 2007 por parte de la revista Christianity Today? ¿Ve usted en ello una señal de que la comunidad cristiano-evangélica se encuentra en un momento clave de cambio en lo que se refiere a la reducción de la guerra cultural contra la corriente principal de la ciencia, que tanto ha caracterizado al evangelismo moderno?
Me gustaría pensar que podría ser verdad, pero evidentemente aún muchos miembros de la iglesia cristiano-evangélica siguen desconfiando profundamente del pensamiento evolucionista, y pienso participar en un esfuerzo concertado entre científicos, teólogos y pastores para el desarrollo y la expansión de una nueva teología que festeje lo que la ciencia nos está enseñando sobre la sorprendente creación divina, en lugar de resistirse a esa información. Los principales cambios en la cosmovisión han afectado profundamente a la teología a lo largo de la historia. Por ejemplo, la revolución copernicana nos hizo pensar de manera muy distinta sobre el cielo y su localización.

¿Qué cambios teológicos cree usted que están emergiendo a raíz de la comprensión de la creación desde la perspectiva de la evolución?
No veo conflictos irreconciliables entre el libro del Génesis y la ciencia evolucionista, dado que lo que estamos aprendiendo acerca de la relevancia de todos los sistemas vivos a través de la información del ADN nos ofrece la oportunidad de una nueva y excitante interpretación del plan de Dios en la creación del ser humano a su imagen y semejanza. Una interpretación ultra literal del Génesis, como la que acepta el Young Earth Creationism no puede reconciliarse con las verdades sobre el universo que Dios nos ha permitido descubrir. El Diseño Inteligente, una alternativa al darwinismo atractiva para muchos cristianos, es científicamente defectuosa en cosas fundamentales. Pero una teología que acepte la evolución como parte del plan para la Creación de Dios, a la que yo llamo Bios (vida) a través del Logos (la palabra de Dios), o simplemente BioLogos, puede ser respaldada por creyentes serios que no teman la búsqueda de la verdad.

En The Language of God, usted menciona que los cristianos evangélicos reaccionan de manera negativa a sus conferencias –abandonando la sala, por ejemplo-. ¿Estas reacciones han aumentado o se han reducido a partir de la publicación de su libro? Y, como creyente, ¿cómo le hacen sentir?

Sí, recibo regularmente e-mails de los evangelistas que me llaman la atención por “vender” la ciencia, o por elegir el culto a la ciencia en lugar de a Dios. He sido amenazado con la excomunión por un creyente indignado, aunque ni siquiera soy católico. Por supuesto me preocupa que la información que tanto me afecta provoque semejante resistencia en otros creyentes, gente razonable y afectiva, pero creo que estas reacciones simplemente reflejan la intensidad de la batalla actual entre las voces extremistas que han dominado las ondas de radio y las ventas de libros durante tanto tiempo. Si soy capaz de suministrar algunas bases para desarmar esta batalla, apuntando hacia la conclusión de que se puede tanto confiar en la ciencia para alcanzar verdades sobre la Naturaleza, como ver la mano de Dios en la forma en que la Naturaleza ha sido creada, entonces este esfuerzo hará que valgan la pena las disputas ocasionales. Esta entrevista, realizada por Jon Sweeney, se publicó originalmente en inglés en la revista Explorefaith, y se publica en español con autorización del entrevistador.

ALBERT EISNTEIN Y DIOS....


VIDEOS PROHIBIDOS SOBRE ALBERT EINSTEIN

">

">

">

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/ateos/hacen/fuertes/elpepisoc/20081124elpepisoc_1/Tes#EnlaceComentarios

¿CREEN LOS CIENTIFICOS EN DIOS?.......

Recorrido histórico Para llegar a este punto, y teniendo en cuenta que la existencia de la idea de Dios va pareja con la existencia del hombre sobre la faz de la Tierra, han sucedido muchas cosas. Hagamos una pequeña síntesis.
Los científicos están de acuerdo con que el debate que se argumenta en este artículo es un debate relativamente reciente. Si la Edad Media es una época más que oscura, y en la que nos detendremos más adelante, hasta la mitad del siglo XIX Ciencia y Religión, en lo que a occidente respecta, no encontraban motivos de divergencia. Tal es así, que la mayor parte de los hombres de ciencia pertenecía al clero y se explicaban el hecho científico en términos religiosos. En el siglo XVII, con la revolución científica surgida, la explicación de las maravillas descubiertas eran achacadas, sin reproche, a la creación de dios.

Fue en 1859, con la publicación de “El Origen de las Especies” de Charles Darwin, cuando se fragua el primer golpe serio a los argumentos del ser superior creador. A pesar de ello, y sin que la teoría de Darwin pretendiera socavar los cimientos de la creencia religiosa, muchos intelectuales de la Iglesia adecuaron el discurso de la selección natural a sus creencias religiosas. Tal es el caso del clérigo Charles Kingsley quien poco después de la publicación de la obra de Darwin, afirmaba que “un mundo en evolución es, desde un punto de vista teológico, aquel en el que las criaturas son libres de hacerse a sí mismas”.

A nivel bibliográfico, el inicio de la confrontación Religión-Ciencia surge con la publicación de “Historia del Conflicto entre la Religión y la Ciencia” de William Draper, publicado en 1874 y, veintidós años después, con “Historia del Conflicto entre Ciencia y Teología en la Cristiandad”, de Andrew Dickinson. Se ha llegado a la conclusión que el tratado de Darwin supuso la separación de ciencia y religión como disciplinas de manera definitiva.

En la Actualidad A pesar del avance de la Ciencia, y sobre todo de la investigación sobre el origen del Universo, muchos científicos sostienen que la creación no puede obedecer a una cuestión del azar. Para Richard Swinburne, catedrático de Filosofía de Religión Cristiana de la Universidad de Oxford, “las investigaciones más recientes sobre la estructura fina del universo demuestran que la materia inicial y las Leyes de la naturaleza tenían que presentar cualidades realmente especiales para que en él pudiera evolucionar la vida”.

Por el contrario, otros científicos afirman que conforme la Ciencia avanza, se desmantela la idea de dios, porque nada prueba su existencia. Otros, sin embargo, como el Nóbel de física Steven Weinberg opina que cuanto más comprensible se nos presenta el universo, “más falto de sentido se nos revela”.

">
La Creación del Universo Lo que era un asunto plagado de especulaciones, se ha convertido en Ciencia. Ya no se trata de investigar el origen de la Tierra, pues se han superado ciertos conceptos y sabemos, desde hace mucho tiempo, que somos una partícula insignificante albergada dentro de algo infinitamente mayor.

El hombre ha sido capaz de poner la vista en el origen del universo. Si la luz de la estrella más cercana a nosotros tarda cuatro años en llegar, los más modernos telescopios logran “mirar” el universo en su etapa más temprana de su nacimiento hace quince mil millones de años. A pesar de ello, aún somos incapaces de saber qué había exactamente, justo en el momento anterior, a que se produjese esa gran explosión que originó TODO y que produce la continua expansión del universo, y que según recientes investigaciones, dicha expansión está en aceleración.
Siendo optimistas cabe pensar que al igual que hace apenas unos cientos años se descubrieron las dimensiones de nuestro espacio más cercano, "pronto" se tengan los instrumentos necesarios para tomarle la verdadera medida al lugar más recóndito, allí donde surgió el big-bang, donde comenzó la vida, quizás de manos del azar; quizás de manos de “alguien”.

El Principio Antrópico El físico teórico Brandon Carter enunció por primera vez en 1973 el principio antrópico, haciendo referencia al hecho de que la existencia humana y nuestra posición en el universo era claramente una posición privilegiada, si bien eso no venga a significar que seamos el centro del universo. Cabe puntualizar que este principio fue enunciado como argumento por Robert Dicke en un artículo publicado en la revista Nature en 1961, aunque fue en 1986 cuando, de la mano de John D. Barrow y Frank J. Tipler, vio la luz el más controvertido libro referencia del principio antrópico cosmológico. Dichos científicos explican el aparente cúmulo de casualidades o coincidencias que condujeron a la creación del universo y nuestra presencia en él, teniendo en cuenta que todo lo que nos rodea es necesario para nuestra subsistencia, y que todo parece obedecer a un plan preestablecido. De las distintas versiones posibles del principio antrópico, el denominado principio antrópico fuerte (SAP), supondría la aparición forzosa de vida inteligente como consecuencia cosmológica de la evolución del Universo. Sintetizando al máximo, todo esto viene a decir que el hecho de nuestra existencia no se debe a una casualidad, sino a una causalidad. Alguien, algo, lo hizo posible.

En contrapartida, y restando importancia a estas teorías, surge el pensamiento de Stephen Hawking, que ya en 2004, apuntaba que había un 98% de posibilidades de que surgiera nuestra universo al haberse producido la gran explosión o big-bang. Para Hawking, incluso nuestro “mundo” podría haber comenzado a existir sin que “nada” hubiese existido previamente.
Actualmente, los científicos están lejos de poder explicar las características del universo desde su nacimiento, al menos las fundamentales. Para alguien alejado de formación exhaustiva y necesaria en la materia, como quien escribe estas palabras, le surgen demasiadas dudas. Quizás porque está sometido a unas Leyes y a unos principios a los que la imaginación impide ir más allá. Así ocurre con las dimensiones conocidas, y así ocurre que es difícil comprender la teoría de las supercuerdas, o teoría M, con más pujanza en este momento y que explica que “cada punto de nuestro espacio tridimensional ordinario es en realidad el resultado de un primoroso ejercicio de papiroflexia sobre un espacio con seis o siete dimensiones adicionales”. (sir Martin Rees, astrónomo real británico y catedrático de la Universidad de Cambridge). Es complicado asumir cómo sería la existencia con otras dimensiones por mucho que alcemos la vista hacia el negro infinito del Universo y pongamos atención en lo que nuestra más fértil imaginación pueda concebir.

De todas las teorías sobre la existencia de un Dios creador que se han manejado en la Ciencia, quien escribe estas palabras se queda con las del ya mencionado Francis Collins, quien dice textualmente: “Si hubiera decidido crear humanos que pudieran mantener una relación con Él, ¿por qué no utilizar el mecanismo de la evolución para conseguirlo?” Y es que, esta teoría se fundamenta en que nuestra capacidad supera con amplitud la previsión evolutiva, algo que permite a los científicos ir conociendo la complejidad que nos rodea. La idea es optimista e imaginativa, sin duda. Dios nos puso aquí y nos da las herramientas para llegar hasta Él.

Galileo Galilei En “Diálogo Sobre los Dos Grandes Sistemas del Mundo”, Galileo se mofaba abiertamente de la teoría geocentrista imperante de Ptolomeo. Todo gira en torno a nosotros, a la Tierra. Galileo ya había observado que el Universo no era algo inmutable, que los planetas giraban alrededor del Sol. Pero no parecieron bastar sus explicaciones científicas, pues en el año 1633 es condenado a cadena perpetua, conmutada inmediatamente la pena por “residencia de por vida”, que venía a significar un arresto domiciliario permanente. Parece ser que en el enjuiciamiento no pronunció la famosa frase: “Y sin embargo se mueve”, pero pasó sus días recluido en sus residencias por imperativo inquisitorial.
Fuente:Actually y Notes

06 enero, 2009

FAULKNER Y SUS CONSEJOS.....

Posted: 06 Jan 2009 07:44 AM CST

Un escritor indecible por su talento, por su magnánimo encanto puesto en el empleo del verbo, William Faulkner. Y aquí algo que me parece muy interesante de citar, ya que en una de las entrevistas por él dadas, se refirió al oficio de ser escritor. Un muy buen texto para quienes quieren ser escritores, y gustan de tomarlo como referencia, o bien para aquellos que sólo gustan tomarlo de referencia.

“—¿Existe alguna fórmula que sea posible seguir para ser un buen novelista?—
99% de talento… 99% de disciplina… 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar la obra.—

¿Quiere usted decir que el artista debe ser completamente despiadado?—
El artista es responsable sólo ante su obra. Será completamente despiadado si es un buen artista. Tiene un sueño, y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Hasta entonces no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo, con tal de escribir el libro. Si un artista tiene que robarle a su madre, no vacilará en hacerlo…—

Entonces la falta de seguridad, de felicidad, honor, etcétera, ¿sería un factor importante en la capacidad creadora del artista?—
No. Esas cosas sólo son importantes para su paz y su contento, y el arte no tiene nada que ver con la paz y el contento.

—Entonces, ¿cuál sería el mejor ambiente para un escritor?—
El arte tampoco tiene nada que ver con el ambiente; no le importa dónde está. Si usted se refiere a mí, el mejor empleo que jamás me ofrecieron fue el de administrador de un burdel. En mi opinión, ese es el mejor ambiente en que un artista puede trabajar. Goza de una perfecta libertad económica, está libre del temor y del hambre, dispone de un techo sobre su cabeza y no tiene nada qué hacer excepto llevar unas pocas cuentas sencillas e ir a pagarle una vez al mes a la policía local. El lugar está tranquilo durante la mañana, que es la mejor parte del día para trabajar. En las noches hay la suficiente actividad social como para que el artista no se aburra, si no le importa participar en ella; el trabajo da cierta posición social; no tiene nada qué hacer porque la encargada lleva los libros; todas las empleadas de la casa son mujeres, que lo tratarán con respeto y le dirán “señor”. Todos los contrabandistas de licores de la localidad también le dirán “señor”. Y él podrá tutearse con los policías. De modo, pues que el único ambiente que el artista necesita es toda la paz, toda la soledad y todo el placer que pueda obtener a un precio que no sea demasiado elevado. Un mal ambiente sólo le hará subir la presión sanguínea, al hacerle pasar más tiempo sintiéndose frustrado o indignado. Mi propia experiencia me ha enseñado que los instrumentos que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky.—

Usted mencionó la libertad económica. ¿La necesita el escritor?—
No. El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un poco de papel. Que yo sepa nunca se ha escrito nada bueno como consecuencia de aceptar dinero regalado. El buen escritor nunca recurre a una fundación. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es bueno de veras, se engaña diciéndose que carece de tiempo o de libertad económica. El buen arte puede ser producido por ladrones, contrabandistas de licores o cuatreros. La gente realmente teme descubrir exactamente cuántas penurias y pobreza es capaz de soportar. Y a todos les asusta descubrir cuán duros pueden ser. Nada puede destruir al buen escritor. Lo único que puede alterar al buen escritor es la muerte. Los que son buenos no se preocupan por tener éxito o por hacerse ricos. El éxito es femenino e igual que una mujer: si uno se le humilla, le pasa por encima. De modo, pues, que la mejor manera de tratarla es mostrándole el puño. Entonces tal vez la que se humille será ella.

—¿Trabajar para el cine es perjudicial para su propia obra de escritor?—
Nada puede perjudicar la obra de un hombre si éste es un escritor de primera, nada podrá ayudarlo mucho. El problema no existe si el escritor no es de primera, porque ya habrá vendido su alma por una piscina.—Usted dice que el escritor debe transigir cuando trabaja para el cine.

¿Y en cuanto a su propia obra? ¿Tiene alguna obligación con el lector?—
Su obligación es hacer su obra lo mejor que pueda hacerla; cualquier obligación que le quede después de eso, puede gastarla como le venga la gana. Yo, por mi parte, estoy demasiado ocupado para preocuparme por el público. No tengo tiempo para pensar quién me lee. No me interesa la opinión de Juan Lector sobre mi obra ni sobre la de cualquier otro escritor. La norma que tengo que cumplir es la mía, y esa es la que me hace sentir como me siento cuando leo La tentación de Saint Antoine o el Antiguo Testamento. Me hace sentir bien, del mismo modo que observar un pájaro me hace sentir bien. Si reencarnara, sabe usted, me gustaría volver a vivir como un zopilote. Nadie lo odia, ni lo envidia, ni lo quiere, ni lo necesita. Nadie se mete con él, nunca está en peligro y puede comer cualquier cosa.

—¿Qué técnica utiliza para cumplir su norma?—
Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún atajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto. Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente sólo aprende a través del error. El buen artista cree que nadie sabe lo bastante para darle consejos. tiene una vanidad suprema. No importa cuánto admire al escritor viejo, quiere superarlo.—

Entonces, ¿usted niega la validez de la técnica?—
De ninguna manera. Algunas veces la técnica arremete y se apodera del sueño antes que el propio escritor pueda aprehenderlo. Eso es tour de force y la obra terminada es simplemente cuestión de juntar bien los ladrillos, puesto que el escritor probablemente conoce cada una de las palabras que va a usar hasta el fin de la obra antes de escribir la primera. Eso sucedió con Mientras agonizo. No fue fácil. Ningún trabajo honrado lo es. Fue sencillo en cuanto que todo el material estaba ya a la mano. La composición de la obra me llevó sólo unas seis semanas en el tiempo libre que me dejaba un empleo de doce horas al día haciendo trabajo manual. Sencillamente me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales, que son la inundación y el fuego, con una motivación natural simple que le diera dirección a su desarrollo. Pero cuando la técnica no interviene, escribir es también más fácil en otro sentido. Porque en mi caso siempre hay un punto en el libro en el que los propios personajes se levantan y toman el mando y completan el trabajo. Eso sucede, digamos, alrededor de la página 275. Claro está que yo no sé lo que sucedería si terminara el libro en la página 274. La cualidad que un artista debe poseer es la objetividad al juzgar su obra, más la honradez y el valor de no engañarse al respecto. Puesto que ninguna de mis obras ha satisfecho mis propias normas, debo juzgarlas sobre la base de aquélla que me causó la mayor aflicción y angustia del mismo modo que la madre ama al hijo que se convirtió en ladrón o asesino más que al que se convirtió en sacerdote.(…)—

¿Qué porción de sus obras se basan en la experiencia personal?—
No sabría decirlo. Nunca he hecho la cuenta, porque la “porción” no tiene importancia. Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. Cualesquiera dos de ellas, y a veces una puede suplir la falta de las otras dos. En mi caso, una historia generalmente comienza con una sola idea, un solo recuerdo o una sola imagen mental. La composición de la historia es simplemente cuestión de trabajar hasta el momento de explicar por qué ocurrió la historia o qué otras cosas hizo ocurrir a continuación. Un escritor trata de crear personas creíbles en situaciones conmovedoras creíbles de la manera más conmovedora que pueda. Obviamente, debe utilizar, como uno de sus instrumentos, el ambiente que conoce. Yo diría que la música es el medio más fácil de expresarse, puesto que fue el primero que se produjo en la experiencia y en la historia del hombre. Pero puesto que mi talento reside en las palabras, debo tratar de expresar torpemente en palabras lo que la música pura habría expresado mejor. Es decir, que la música lo expresaría mejor y más simplemente, pero yo prefiero usar palabras, del mismo modo que prefiero leer a escuchar. Prefiero el silencio al sonido, y la imagen producida por las palabras ocurre en el silencio. Es decir, que el trueno y la música de la prosa tienen lugar en el silencio.—

Usted dijo que la experiencia, la observación y la imaginación son importantes para el escritor. ¿Incluiría usted la inspiración?—
Yo no sé nada sobre la inspiración, porque no sé lo que es eso. La he oído mencionar, pero nunca la he visto.

Se dice que usted como escritor está obsesionado por la violencia.—
Eso es como decir que el carpintero está obsesionado con su martillo. La violencia es simplemente una de las herramientas del carpintero (sic). El escritor, al igual que el carpintero, no puede construir con una sola herramienta.—

¿Puede usted decir cómo empezó su carrera de escritor?—
Yo vivía en Nueva Orleáns, trabajando en lo que fuera necesario para ganar un poco de dinero de vez en cuando. Conocí a Sherwood Anderson. Por las tardes solíamos caminar por la ciudad y hablar con la gente. Por las noches volvíamos a reunirnos y nos tomábamos una o dos botellas mientras él hablaba y yo escuchaba. Antes del mediodía nunca lo veía. Él estaba encerrado, escribiendo. Al día siguiente volvíamos a hacer lo mismo. Yo decidí que si esa era la vida de un escritor, entonces eso era lo mío y me puse a escribir mi primer libro. En seguida descubrí que escribir era una ocupación divertida. Incluso me olvidé de que no había visto al señor Anderson durante tres semanas, hasta que él tocó a mi puerta —era la primera vez que venía a verme— y me preguntó: “¿Qué sucede? ¿Está usted enojado conmigo?”. Le dije que estaba escribiendo un libro. El dijo: “Dios mío”, y se fue. Cuando terminé el libro, La paga de los soldados, me encontré con la señora Anderson en la calle. Me preguntó cómo iba el libro y le dije que ya lo había terminado. Ella me dijo: “Sherwood dice que está dispuesto a hacer un trato con usted. Si usted no le pide que lea los originales. él le dirá a su editor que acepte el libro”. Yo le dije “trato hecho”, y así fue como me hice escritor.—

¿Qué tipo de trabajo hacía usted para ganar ese “poco dinero de vez en cuando”?—
Lo que se presentara. Yo podía hacer un poco de casi cualquier cosa: manejar lanchas, pintar casas, pilotar aviones. Nunca necesitábamos mucho dinero porque entonces la vida era barata en Nueva Orleáns, y todo lo que quería era un lugar donde dormir, un poco de comida, tabaco y whisky. Había muchas cosas que yo podía hacer durante dos o tres días a fin de ganar suficiente dinero para vivir el resto del mes. Yo soy, por temperamento, un vagabundo y un golfo. El dinero no me interesa tanto como para forzarme a trabajar para ganarlo. En mi opinión, es una vergüenza que haya tanto trabajo en el mundo. Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas, día tras día, es trabajar. No se puede comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas… lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar. Y esa es la razón de que el hombre se haga tan desdichado e infeliz a sí mismo y a todos los demás.

—Usted debe sentirse en deuda con Sherwood Anderson, pero, ¿qué juicio le merece como escritor?—
Él fue el padre de mi generación de escritores norteamericanos y de la tradición literaria norteamericana que nuestros sucesores llevarán adelante. Anderson nunca ha sido valorado como se merece. Dreiser es su hermano mayor y Mark Twain el padre de ambos.—Y, ¿en cuanto a los escritores europeos de ese período?—Los dos grandes hombres de mi tiempo fueron Mann y Joyce. Uno debe acercarse al Ulysses de Joyce como el bautista analfabeto al Antiguo Testamento: con fe.—

¿Lee usted a sus contemporáneos?—
No; los libros que leo son los que conocí y amé cuando era joven y a los que vuelvo como se vuelve a los viejos amigos: El Antiguo Testamento, Dickens, Conrad, Cervantes… leo el Quijote todos los años, como algunas personas leen la Biblia. Flaubert, Balzac —éste último creó un mundo propio intacto, una corriente sanguínea que fluye a lo largo de veinte libros—, Dostoyevsky, Tolstoy, Shakespeare. Leo a Melville ocasionalmente y entre los poetas a Marlowe, Campion, Jonson, Herrik, Donne, Keats y Shelley. Todavía leo a Housman. He leído estos libros tantas veces que no siempre empiezo en la primera página para seguir leyendo hasta el final. Sólo leo una escena, o algo sobre un personaje, del mismo modo que uno se encuentra con un amigo y conversa con él durante unos minutos.—

¿Y Freud?—
Todo el mundo hablaba de Freud cuando yo vivía en Nueva Orleáns, pero nunca lo he leído. Shakespeare tampoco lo leyó y dudo que Melville lo haya hecho, y estoy seguro de que Moby Dick tampoco.—

¿Lee usted novelas policíacas?—
Leo a Simenon porque me recuerda algo de Chéjov.—¿Y sus personajes favoritos?—Mis personajes favoritos son Sarah Gamp: una mujer cruel y despiadada, una borracha oportunista, indigna de confianza, en la mayor parte de su carácter era mala, pero cuando menos era un carácter; la señora Harris, Falstaf, el Príncipe Hall, don Quijote y Sancho, por supuesto. A lady Macbeth siempre la admiro. Y a Bottom, Ofelia y Mercucio. Este último y la señora Gamp se enfrentaron con la vida, no pidieron favores, no gimotearon. Huckleberry Finn, por supuesto, y Jim. Tom Sawyer nunca me gustó mucho: un mentecato. Ah, bueno, y me gusta Sut Logingood, de un libro escrito por George Harris en 1840 o 1850 en las montañas de Tennesse. Lovingood no se hacía ilusiones consigo mismo, hacía lo mejor que podía; en ciertas ocasiones era un cobarde y sabía que lo era y no se avergonzaba; nunca culpaba a nadie por sus desgracias y nunca maldecía a Dios por ellas.—

Y, ¿en cuanto a la función de los críticos?—
El artista no tiene tiempo para escuchar a los críticos. Los que quieren ser escritores leen las críticas, los que quieren escribir no tienen tiempo para leerlas. El crítico también está tratando de decir: “Yo pasé por aquí”. La finalidad de su función no es el artista mismo. El artista está un peldaño por encima del crítico, porque el artista escribe algo que moverá al crítico. El crítico escribe algo que moverá a todo el mundo menos al artista.—

Entonces, ¿usted nunca siente la necesidad de discutir sobre su obra con alguien?—
No; estoy demasiado ocupado escribiéndola. Mi obra tiene que complacerme a mí, y si me complace entonces no tengo necesidad de hablar sobre ella. Si no me complace, hablar sobre ella no la hará mejor, puesto que lo único que podrá mejorarla será trabajar más en ella. Yo no soy un literato; sólo soy un escritor. No me da gusto hablar de los problemas del oficio.

.—Los críticos sostienen que las relaciones familiares son centrales en sus novelas.—
Esa es una opinión y, como ya le dije, yo no leo a los críticos. Dudo que un hombre que está tratando de escribir sobre la gente esté más interesado en sus relaciones familiares que en la forma de sus narices, a menos que ello sea necesario para ayudar al desarrollo de la historia. Si el escritor se concentra en lo que sí necesita interesarse, que es la verdad y el corazón humano, no le quedará mucho tiempo para otras cosas, como las ideas y hechos tales como la forma de las narices o las relaciones familiares, puesto que en mi opinión las ideas y los hechos tienen muy poca relación con la verdad.—

Los críticos también sugieren que sus personajes nunca eligen conscientemente entre el bien y el mal.—
A la vida no le interesa el bien y el mal. Don Quijote elegía constantemente entre el bien y el mal, pero elegía en su estado de sueño. Estaba loco. Entraba en la realidad sólo cuando estaba tan ocupado bregando con la gente que no tenía tiempo para distinguir entre el bien y el mal. Puesto que los seres humanos sólo existen en la vida, tienen que dedicar su tiempo simplemente a estar vivos. La vida es movimiento y el movimiento tiene que ver con lo que hace moverse al hombre, que es la ambición, el poder, el placer. El tiempo que un hombre puede dedicarle a la moralidad, tiene que quitárselo forzosamente al movimiento del que él mismo es parte. Está obligado a elegir entre el bien y el mal tarde o temprano, porque la conciencia moral se lo exige a fin de que pueda vivir consigo mismo el día de mañana. Su conciencia moral es la maldición que tiene que aceptar de los dioses para obtener de éstos el derecho a soñar.

—¿Podría usted explicar mejor lo que entiende por movimiento en relación con el artista?—
La finalidad de todo artista es detener el movimiento que es la vida, por medios artificiales y mantenerlo fijo de suerte que cien años después, cuando un extraño lo contemple, vuelva a moverse en virtud de qué es la vida. Puesto que el hombre es mortal, la única inmortalidad que le es posible es dejar tras de sí algo que sea inmortal porque siempre se moverá. Esa es la manera que tiene el artista de escribir “Yo estuve aquí” en el muro de la desaparición final e irrevocable que algún día tendrá que sufrir. “oficio de escritor, William Faulkner.
Fuente: Actualidad Literatura.com

05 enero, 2009

ROMPER LOS HABITOS....

Màs energìa se requiere para aprender a hacer las cosas de un modo nuevo, aùn las menos difìciles, que para continuar hacièndolas segun la rtina ya fijada, segùn el filosofo William James, todo organismo viviente es propenso a persistir en una pauta, una vez establecida èsta.

Los hàbitos, son nuestra automatizaciòn, mientras màs acciones realicemos automàticamente, tanta mayor energia reservaremos para el trabajo creativo y la resoluciòn de diferentes problemas, y cuanto màs eficientes sean nuestros hàbitos, tanto mejor funcionaremos. Por esta razòn James Creìa que debemos reexaminar constantemente nuestros hàbitos, para ver en cuales de sus aspectos podrìamos cambiarlos y hacerlo màs eficaces.

Entre sus consejos para vencer los malos hàbitos estàn: romperlos bruscamente, hablar de nuestra determinaciòn a todo el mundo y permitir el mas ligero desliz, sembrad una acciòn y cosecharemos un caràcter, sembrad un caràcter y cosecharemos nuestro destino, ya que nosotros mismos vamos tejiendo nuestra propia suerte, buena o mala, para no dejarla ya nunca y unirnos a ella.

El habito y la pereza son la causa de que nuestras facultades se emboten y dejemos de sentir el èxtasis de vivir, el encanto de la vida reside en la variedad, en estos contrastes y matices mediante los cuales se ha modulado la identidad de la verdad y la verdad para ser conocida, amada y servida, requiere almas puras, desasidas de las cosas materiales.

"Hazte necesario al mundo y el mundo se darà el pan que necesitas"...decìa R.W. Emerson.