20 noviembre, 2006

INFANCIA Y ANCIANIDAD...


Como todos sabemos el cuerpo humano se divide en tres partes: cabeza, tronco y extremidades. pero sin duda alguna la más importante de todas es la cabeza, por una doble razòn; porque contiene el cerebro que es gran luz y motor de toda nuestra existencia consciente, y el rostro que es lo màs noble, iluminado por los ojos.

Los ojos de todos, hasta de los animales son hermosos, porque tienen un destello, una chispa del misterio que envuelve al universo.

Por eso miremos a los ojos con humildad de las personas que nos presentan, o que se nos acercan o simplemente nos pasan por el lado, y si nos fijamos bien, veremos en ellos las estrellas y las fuerzas ocultas que las guìan.
Pocas cosas hay tan sobrecogedoras como el rostro de un niño y de un anciano, sus ojos.

Son las playas extremas del viaje de la vida, que es tan breve y en el que paradòjicamente se puede hacer tanto. Nos reconforta mucho ver a los que van a comenzar esta carrera de avatares y sorpresas de la vida, y contemplar a los que van llegando a la meta, cansados y encorvados y llorosos y alucinantes. Me reconforta, decìa, y reafirma en nosotros vocaciòn por la vida.

La contemplaciòn por demàs de la lozanìa de la infancia y las estrecheces de la ancianidad, constituyen la meditaciòn visual màs completa.

Una nota de humildad para nuestras propias vidas que tendemos a disiparla y malgastarla, como si fuera para siempre, como si fuera de hierro.

Otra cosa se aprende al contemplar las edades extremas de la vida y sus ojos, es rehuir de la desesperaciòn.

Las cosas estan llamadas a suceder como sea.El tiempo de cada uno està previsto. El universo se tomò billones de billones de años para dejarnos ese granito de arena perdido en èl. Debidamente habitable y acondicionado para nosotros.

Infancia y ancianidad, puntos extremos de una idèntica unidad, que es la vida, veteada por los destellos de unos ojos rebosantes o apagados.
Punto de llegada y punto de partida de la brizna existencial, a la que nos aferramos desesperadamente y con sobrada razòn, porque la vida es indiscutiblemente hermosa.

Si supieramos el secreto de ser felices ahora, en este momento, aquì asì como estamos, con la sola fuerza de una mente lùcida y pletòrica de nitidez, que maravilla....

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