En tiempos de cambios duros, de transformaciones màs o menos profundas sòlo debe prevalecer en nuestro rècodo interior la alternativa de vida o muerte, la que nos tenemos que repetir una y otra vez: Mer adapto o perezco. Como si nada. No hay escapatoria.
Gide en su diario ìntimo hace la siguiente afirmaciòn en medio del fragor de la primera guerra que le trastornò totalmente su vida de escritor y esteta:- "Hay indudablemente una adaptaciòn a la desgracia, un endurecimiento, o, mejor dicho, el hàbito de retirarse en si mismo, cierta facultad de repliegue, algo que permite al natural concentrado ofrecer la mìnima superficie sensible a los golpes de la suerte".
El hombre se adapta, se endurece en los peores contratiempos. Contratiempos eventuales en la vida de los pueblos, y en la vida individual, personal, de sus integrantes. Las crisis, el dolor, forman como una costra de impermeabilidad, de virtud. El hombre inteligente se retira, se concentra, se repliega sobre si ante el fuego granizado de las intemperancias de la vida, y tal como dice la frase que leìmos màs arriba, deja al descubierto mìnima parte sensible a los golpes de la suerte.
Todos son añoranzas ahora. "Cualquier tiempo pasado fue mejor"...exclama en uno de sus versos el poeta inmortal Jorge Manrique en Coplas a la muerte de mi Padre". Cualquier tiempo pasado. Cualquiera, ninguno en especial. Ninguno seleccionado. Todos en siendo pasados fueron buenos, fueron estupendos, tratificantes, esas lamentaciones de ahora, hechas a la luz de las dificultades de hoy, de las estrecheces de hoy, de las tinieblas de la confusiòn de ahora.
El lamento queda justificado cuando sirve de abono a la esperanza. Cuando, sin derrotismos inùtiles, nos señala el camino de la nueva esperanza, y lo aceptamos.
El pasado sòlo parece mejor que el presente. Observemos que decimos sòlo parece, no es que lo fuera en realidad. Las eventualidades y las cosas, al pasar, se van quedando atràs, como estatuas inertes, cada vez màs envueltas y sujetas a las fantasìas del recuerdo añorante, que, a una realidad objetiva.
A pesar de todo, hay que esforzarse y sobrevivir a la crisis que se multiplica como las serpientes en la cabeza de medusa.Si no la sobrevivimos nos sepulta con ella.
Adaptarnos o perecer. El ser o no ser, el lenguaje aparatosamente tràgico de Shakespeare en Hamlet, esa es la alternativa. Soltar las riendas, apretar las espuelas, agarrèmonos de las crines para no caernos y a correr al albur de esta crisis, de otra màs, y otra, que no debe ni sorprendernos ni deprimir.
Cualquiera que lea lo anterior a lo mejor harà un juicio de nosotros como de una persona demasiado optimista, y sinceramente que no lo somos tanto, pero nos creemos en la obligaciòn de hacer la adevertencia para algùn ànima atormentada por ahì, que de verdad sea optimista y estè a punto de tirar al zafacòn su optimismo cariacontencido por los golpes de ahora.
La actual crisis que ha venido gestàndose muy lentamente y ha tenido una de sus fuertes conmociones en estas semanas, en realidad ha cogido de sorpresa hasta los màs precavidos porque nunca se esperò que dira de repente ese jalòn tan violento en tantos insumos juntos a la vez, que lo puso todo a temblar de sorpresa y espanto.
Por suerte el hombre tiene una notable capacidad, si quiere, de adaptarse a las mas disìmiles y angustiosas situaciones. El que èste en esa condiciòn, esta es su gran oportunidad de ejercitarla.
Vamos a coger el toro por los cuernos, con la fuerza de nuestra razòn y dominio personal.
Hay momentos en que la vida se hace imposible para algunos y prefieren, dejar colgados los guantes de la pelea, pero no es ese el ànimo de la mayorìa, todo lo contrario, con mucho màs entusiasmo aùn, por difìcil que estè el peso, a desplegar las velas tocan.
Vamos a adaptarnos, vamos a no desaparecer en la lid.
Vendran tiempos mejores.
La patria no va a perecer ....lo aseguramos...
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