20 abril, 2007

LA VIDA AJENA.....


Marcel Proust decìa que la mayorìa de las personas que conocemos no nos inspiran mas que indiferencia, y nosotros le añadirìamos que a excepciòn de aquellas que les ocurre algo mòrbido de la naturaleza que sea. Entonces si. Entonces nos inspiran una morbosa y sàdica curiosidad

La psicologìa humana que no es otra cosa que el estudio del comportamiento de los seres inteligentes, plantea, dentro del esquema psiquico del hombre, entre muchas cosas, su interès marcado y mejor disimulado a veces, por el tù, el èl, el vosotros y ellos.

Ese interès crece a medida que la persona puesta bajo la mirilla tiene ascendencia sobre algo o sobre nosotros en particular. Entonces se comenta, y se indaga sobre esa vida ajena, que de la manera que fuere, va a influir en nosotros.

Puede acaecer tambièn sobre personas anodinas a las que por gusto se critica o murmura de ellas por el turbio placer de hacerlo, por, por el simple gozar, teniendo siempre por tema a alquien.

Ese interès por el acontecer de los demàs puede partir indiscutiblemente de una sana intenciòn. Una santa preocupaciòn por los problemas de los demàs puede ser completamente aceptable, siempre con el deseo de ayudar, poner su granito de arena. Cooperar.

Hay personas que se interesan por los demàs guiadas por una cuasi-infantil curiosidad. No lo hacen por malo. Tampoco por bueno. Lo hacen porque sì. Suelen estar generalmente bien informados y rarìsima vez hablan. Muchisimo menos andan divulgàndolas. Para ellos es un placer sentirse poseedores de los secretos de otros. De lo que casi nadie sabe, y sòlo ellos. Si hay alguna referencia al respecto se desentienden, "no saben" de lo que se trata. Su discreciòn es proverbial y muchas personas acuden a ellas en busca de consejo acerca de los demàs, cosa que hacen con tremenda cautela.

Los hay, como siempre, los que saben cosas y las aprovechan para desahogar todas sus frustraciones y sadismos. Enterarse de las intimidades de los demàs es para ellos "una meta y un destino". La discreciòn brilla por su ausencia y una alegrìa perversa se refocila en su interior. Con todo, apenas lo aparentan. Dicen "sufrir" el mal de los demàs y son capaces de creèrselo asì mismos.

Este tipo de personalidades son particularmente frustradas. Sòlo en el corazòn vacìo y sin asomo de alcanzar, o poder alcanzar sus metas puede prevalecer la mediocridad de las mediocridades, el ocuparse de la vida de los otros para mal. Parece increìble.

La gran mayorìa de los seres humanos para poder sobrevivir sus propias existencias grises y anodinas tienen que escapar a los "vergeles" tambièn mustios y opacos de los demàs.

Se escapa uno de sì , por tres razones fundamentales: La primera, y ya està dicho a medias, porque nadie està conforme con su suerte. Bueno, no es que sea una inconformidad absoluta los hay que no, pero son tan pocos que apenas cuentan. Un consuelo a ese dolor de la inconformidad, es viendo y comentando el desastre en los demàs.

La segunda vendrìa siendo, que la privacidad de los otros siempre es, para esos aficionados, entretenida como un documental o una novela interesantìsima que se lee de un tiròn, y sirve de entretenimiento a los desvelados o aburridos.

La tercera razòn serìa justificativa. Una trinchera del honor ante la vergüenza de no servir para nada. De no hacer nada que sobresalga. De no conseguir nada de lo que aspira.

El hombre vacìo suele ser el que màs se ocupe de averiguaciones vacìas por igual. Pocas cosas le colman de tanta gratificaciòn y felicidad como gozar en los estercoleros ajenos. Triste aficiòn

Personas de esa naturaleza se autorrealizan con los resbalones de los demàs. Con sus mezquindades y fracasos. Son como hienas o buitres cuyo manjar predilecto es los cadàveres.

Ojalà que nunca pequemos por ese lado. Vida plena, corazòn abierto llena de alegrìa ante el èxito ajeno. El comentario mordaz, la frase sibilina y cortante que nunca nos sirva. Que nunca quepa en nosotros.

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