Se hace presiòn cuando se aprieta algo, o, alguien. Hay presiòn cuando se va con fuerza. Cuando se và ràpido, con intensidad, con energìa desusada. Hay cosas y personas que no avanzan si no es con presiòn.
La presiòn es como un detonante. El detonante en la estructura mortìfera de una bomba, es su aditamento clave para que de-tone, o sea, de su "tono" extremadamente ruidoso y mortìfero. Asi la presiòn, detona la acciòn... Detona la actividad... Detona las resoluciones.
El estar presionados, hasta cierto punto, es una bendiciòn. Hemos dicho hasta cierto punto, eso es, con cierta consideración. No una presiòn demoledora y aplastante, porque asì el hombre no avanza, ni las bestias siquiera.
Dosificada la presiòn, esculpe montañas, abre canales, levanta represas, construye piràmides y hasta faros gigantèscos. Sòlo el hombre, presionado, ha conformado todo lo que hoy tenemos.
Lo que hay en el campo de las ciencias, que no es poca cosa.
El hombre presionado por las necesidades fìsicas, por las innùmeras necesidades de su propia defensa, por las urgentes necesidades de su salud y la de los suyos.
Por las necesidades tambièn del confort. De la comodidad. De su propia seguridad, de su decoro, de su buen nombre...y una lista que se harìa interminable, ha hecho avanzar la historia de la humanidad sin paralelos.
Sin presiòn no hay avances, sin avance no hay historia. Ademàs, sin que la fuerza se haga, la vida misma la impulsa. Frutos de presiones biològicas y concupiscente se efectùa en la concepciòn, en un momento dado cualquiera, de ahì todo son presiones sobre presiones.
El huevo presiona a ser embriòn. A su vez el embriòn por sus propias fuerzas dialècticas naturales hace fuerza por pasar al superior estadio de feto. El feto, a travès de sucesivas presiones sobre presiones termina por convertirse en bebè, y comienza, cumplido el tiempo su forcejeo por salir del acogedor templete materno. El terrible dolor que la madre siente no es màs que eso, presiòn del hijo que quiere desembarazarse de la amorosa tutela materna para comenzar su vida propia. Para comenzar a presionar y ser presionado de verdad.
La cultura de la presiòn se apodera desde los primeros años del hombre.
La presiòn a satisfacer sus necesidades fisiòlogicas, que no las puede hacer nadie màs que uno, ni pueden ser aplazadas.
La presiòn de tener que adaptarse a superficies molestas y ásperas como, la cuna, las sàbanas, la almohada, las caricias y los horribles besos de los adultos, en comparaciòn a la apacibilìsima tranquilidad que disfrutaba envuelto en su saco amiòtico en el seno uterino.
La presiòn de comprender que hay otros y otras fuera de nuestro egocentrismo infantil totalizantes.
La presiòn formativa del hogar, donde hay que aprender a ceder frente a la autoridad paterna. Ante las mismas exigencias, que las de uno, de los hermanos.
Al llegar a la escuela el universo de las presiones motorizadas por la competencia escolar, se amplían de un modo, para el hombre-niño, exorbitante, casi por encima de sus fuerzas, pero no. Està programado de forma que absorbe eso y màs.
Ya en la universidad, y en la vida misma; negocios, matrimonio, empresas, planes, cria de los hijos y demàs, la vida toda ejerce una presiòn constante. Presiòn que la hace funcionable. Que la hace eso mismo que es vida hasta el ùltimo minuto.
Hasta ahora mencionamos una presiòn normal. Presiòn-acicate, de la existencia. No una presiòn que se lleve de encuentro nuestros controles. Que desplace nuestras resistencias. Que nos convierta en seres estresados, aterrorizados por la lucha cotidiana pròximos a sucumbir agotados y marchitos.
Justamente en estos dìas de crisis han desaparecido de nuestro medio las usuales presiones normales y han sido suplantadas por otras demoledoras de los sistemas nerviosos màs fèrreos, y hay que tener cuidado. Hay que sobrellevar el embate con entereza, con virtud, con la seriedad de una esfinge.
No hacerse ilusiones de que es cosa pasajera. No. No lo es. Estar desde ya preparados para lo peor y por el tiempo màs largo posible. Si toda esa presiòn distorsionante se resuelve antes de lo previsto mejor, si no, no nos amarga la vida la decepción. Y terminamos por habituarnos a sus embates. Somos animales de costumbres, ese es ya otro tema....
Reflexiones
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